viernes, 28 de noviembre de 2014

El "patrón" del sueño

Ya hay miles y miles y libros escritos sobre maternidad, sobre embarazo, sobre qué lindo tener panza y sobre qué horrible que en realidad es y la mentira que nos vendieron. Así que no escribo para revelar ninguna verdad oculta sino por dos razones:
* para hacer catarsis
* para no hacer creer a mis amigas que el embarazo es el momento más feliz del mundo, la "publicidad engañosa" de la que tanto me quejé siempre. 

En términos generales estoy transitando un embarazo lindo y no puedo quejarme mucho. Pero bue, el temita del sueño es algo que me preocupa. Yo pensé que una o dormía mal, o dormía raro, o directamente no dormía una vez que nacía el pibe. Pero no. 

Ya desde el principio del embarazo el sueño me tumbaba, más que siempre (yo siempre fui una morsa). Durante el viaje, peor: me iba a dormir temprano, me acomodaba en la cama a leer y de golpe caía como desmayada, con la luz prendida y el libro muerto de risa al lado mío. En el medio de la noche iba zombi al baño y volvía a torrar como nunca. Por la mañana era imposible levantarme. 
Dicen los que saben que en el segundo trimestre todo cambia y te envuelve la vitalidad. Vitaliqué? ¿Vitalidad? ¿Una explosión de energía y ganas de hacer cosas? Mi combo no lo incluyó. Pero sí aflojé con eso de dormir como tronco... de hecho ahora no duermo nada. Entre la acidez y el dolor de cintura me cuesta encontrar una posición para acostarme. Cuando logro hacerlo y empiezo a dormir el pibe se despierta, me pega una patada (o piña, o cabezazo) y me despierta a mí también. Cuando vuelvo a dormirme al toque me agarran ganas de ir al baño. O sed. O todo junto. Cuando me acuesto un perrito ladra a 2 kilómetros y lo escucho como si estuviera al lado y no me puedo dormir. Cuando finalmente me duermo de nuevo una mariposa aletea en Tokio y me aturde. Y así toda la noche. Tal vez me despierto a las 6 am poder seguir durmiendo pero, a su vez, sin poder levantarme con pilas... ¿vitaliqué? Y eso que todavía no vinieron ni la panza de tamaño inmanejable, ni el calor pesadilla de verano, ni los carnavales de febrero con joda loca en el barrio. 

Claro que no siempre es del mismo modo. Si algo aprendí durante todo este tiempo es que no hay manera de encontrarle una regularidad al asunto. Siendo "el asunto" la maternidad en general, ja. No hay patrones de sueño, ni de dieta (lo que hoy me cae bien mañana me descompone) ni de aumento de peso ni de caída del pelo ni de tránsito intestinal ni de precios de cosas de bebés. No hay muchas posibilidades de planificación, más allá de la "planificación familiar" que es básicamente planificar no tenerla, porque cuando decidís sí tenerla.. ya no planificás nada más. [Me muero de risa con los que "planifican" tener X cantidad de nenes o nenas, o más aún con quienes quieren "planificar que nazca en X fecha para que tenga TAL signo" cuando en realidad te embarazás cuando podés y el niño nace cuando quiere]. 

En fin, espero que pasen un viernes a la noche descontrolado mientras intento hacer la parabólica humana para poder dormir, y mientras controlo a mi Violencia Rivas creciente para no salir al balcón puteando a mis vecinos que lo pasan bomba. 






domingo, 16 de noviembre de 2014

México, unos cuantos días después

Los últimos días del viaje estuve tan en otra que no conté mis últimas aventuras. Los primeros días tras el regreso estuve tan en proceso de re-porteñización que olvidé mis andanzas mexicanas. Es como si de golpe hubiera vivido en un tiempo separado del tiempo normal, y ahora al volver a la rutina, lo que pasó hace dos semanas parece haber sido hace mil años. Con seguridad una vez que nazca el pequeño me va a parecer que fue otra vida... 

Sin embargo, recordando un poco, fue hace menos de un mes que anduve recorriendo el sur de la ciudad, haciendo pequeñas visitas a las casas de Frida y Trotsky, pisando el estadio donde Argentina se consagró campeón del mundo en el 86, caminando y buscando barcitos para desayunar en las deliciosas últimas mañanas de Coyoacán, recorriendo sus calles tranquilas y soleadas durante los días de semana al final de la temporada lluviosa. Parece lejano, pero hace poco tiempo estaba caminando las calles de una ciudad monstruosa, enorme, tan llena de gente que Buenos Aires me parecía un oasis de relajación. Recuerdo el ruido, por supuesto, pero también el silencio de mi cuevita coyoacana que tanto me transportaba a mi rinconcito porteño. También recuerdo los olores de los puestos de comida callejeros, esos que al principio no toleraba por las náuseas pero que luego me daban hambre de sólo pensar en las tortillas fritándose. 

Los últimos días la ciudad y el país se vistieron de fiesta, preparándose para el Día de Muertos: decoración, calaveritas en venta en las calles, pan de muertos en las panaderías, muchas muchas flores para que la gente prepare sus altares, altares en los restaurantes, en los negocios, en las casas, en las plazas y en las bibliotecas. Y en ese contexto el luto y el repudio por las desapariciones de estudiantes, la movilización, los paros y el reclamo eran más llamativos. A no confundirse: no ser tan solemnes con la muerte y conmemorar a los que se fueron no implica que no se ame la vida y se repudien los asesinatos, las desapariciones y la violencia política.

Aún en ese contexto México es un país fascinante, del que conozco relativamente poco porque es inmenso y diverso. Cada estado es un mundo y cada momento del año es diferente. Enganché las celebraciones del día de la independencia, me asomé de reojo a las del día de muertos, pero me faltan muchos otros eventos importantes del calendario. Imagino que ahora los comercios ya están inundados de decoración navideña. Y aún en mi vida pseudo-monástica (de casa a la biblioteca y de la biblioteca a casa) pude ver cómo la indignación y el reclamo ante la situación política crecían cada vez más. Sigo con atención las noticias que engancho desde este otro rincón del mundo, a ver qué sucede con el país y la ciudad que durante dos meses fueron mi hogar. 



jueves, 30 de octubre de 2014

El viajar es un placer que nos suele suceder

Viajar está buenísimo. Conoces nuevos lugares, nuevas personas, nuevas rutinas, nuevos sabores. También es incómodo, por qué no decirlo. No tener tu baño, o tu cama, o tu perro, o tu teléfono, o tu crema para peinar, o lo que sea que uno se encuentra extrañando. Está bueno, por eso mismo: uno se sale de su rutina y, si hay tiempo, se ajusta de nuevo a otra, ya sea que viajemos por negocios (?) o por placer.  

Pasar un tiempo en un país que no es el propio tiene lo suyo. Hay cosas a las que uno no se acostumbra... los horarios raros de los locales de comida, por ejemplo. Extraño los bares porteños mas que a nada. Otras rutinas son agradables, como la buena onda de la gente, que el colectivero te devuelva el saludo, que el guardia de la notaría de aca a la vuelta me diga buenos días todas las mañanas. En algunas cosas nos entregamos (en las comidas, básicamente), y en otras no cedemos (pronunciaré la Y como Shé hasta la muerte). Yo demoré más o menos un mes en acostumbrarme a moverme por la ciudad sin sentirme "rara", acomodándome a la forma de andar de la gente en las calles. Por suerte eso coincidió con que las náuseas del embarazo empezaron a aflojar, y ya no me mataban tanto los olores de los puestos de comida (aunque sí el horrible olor a baño que sale del shopping justo justo en la boca de subte).  

Hay tantas formas de viajar como formas de ser y de vivir. Hay quien arranca temprano y camina como loco, hay quien prefiere el turibus, quien elige disfrutar la noche, quien va a todos los museos posibles y quien prefiere ir de compras. Quien le saca fotos a todo y quien anda sin cámara. No hay una forma correcta de viajar, como no hay una forma correcta de vivir. Y tampoco recordamos las cosas del mismo modo... este año hice dos viajes a lugares que ya conocía: a Mendoza, en 2004 y este verano, y a México, en 2008 y ahora. Muchas cosas las recordaba como si fueran ayer (el restaurante donde almorcé hace seis años en el Mercado de la Ciudadela, por ejemplo) y otras que estaban bieeen olvidadas, en el fondo de la memoria. Siempre se viaja distinto, porque el momento de la vida es diferente. Este viaje me tocó en circunstancias más que especiales, no pude ir a todos los lugares que quería, algunos me gustaron más que otros, pero todos los disfruté de algún modo. Me han dicho que tengo que volver porque me faltó conocer tal cosa, o ir a tal ciudad, o a tal estado, o a tal fiesta popular... y bueno... uno viaja con lo que tiene. No llegaré a conocer todos los rincones de México, ni de Argentina, ni de Sudamérica. Pero haber conocido unos cuantos estuvo genial. 

Cuando viajamos con gente es fundamental que las "formas de viajar" sean más o menos parecidas, o terminamos padeciendo: que vamos a otra velocidad, que miramos cosas distintas, que hay que negociar en todo, que no siempre queremos gastar en lo mismo. Viajar sola, en cambio, te da ciertas libertades: vas donde querés, cuando querés, como querés (o podés, claro). Pero también falta la compañía para compartir momentos. A la hora de comer no hay con quien charlar, por suerte casi siempre tuve un buen libro. A la hora de pasear no hay a quien decirle "uhhh mirá eso", y el asombro se lo guarda uno para uno mismo. En mi caso, ese "guardarme para mí misma" era, en realidad, tomar nota mental para luego volver y compartirlo en el blog. 
Por eso les digo GRACIAS por acompañarme en esta aventura, por estar del otro lado leyendo. Gracias a quienes me recomendaron cosas (lugares, paseos, barcitos): no siempre les hice caso, pero las sugerencias fueron siempre bienvenidas. Gracias a los que me hicieron el aguante por chat, mail, mensajito, etc. cuando necesitaba hablar con alguien. Gracias a mi familia por bancarme y gracias a Caroz@ / Pequeño Saltamontes / Ya-te-conseguiremos-un-nombre por portarse súper bien (estemmm, hubo madrugadas donde no pensé lo mismo, pero bueno). Gracias obviamente a la UNAM y al IIH por darme la beca y permitirme llegar hasta acá, y gracias a la UBA por formarme y darme las herramientas para aprovechar el viaje. 
Dicho todo esto: espero que se copen y me sigan leyendo cuando la carroza se transforme en calabaza y deje de ser la Iván de Pineda de las humanidades (?!). 

domingo, 26 de octubre de 2014

México DF, día 54: pequeñas escenas de la vida chilanga

Estos días fueron intensos, cansadores y de bastante trabajo. Pero sumé unos cuantos paseos y cosillas como para ir contando en el blog. Me quedan pocos días de viaje... espero que cuando vuelva a casa y a la rutina me sigan leyendo. 

El fin de semana pasado llovió, llovió y por las dudas... llovió más. Yo además tenía laburo porque debía entregar mi informe, así que sólo salí por la zona de casa y me quedé trabajando. El sábado a la noche salimos con una compañera argentina, que vive por acá cerca; fuimos a la Cineteca Nacional, un complejo de cines no comerciales donde pasan pelis de todo el mundo, muy grande, con barcitos y salas muy cómodas. Está re-cerca de casa y está buenísimo, no sé cómo no fui antes. 

El domingo salí a desayunar, leer y hacer compras por el barrio, y luego a quedarme en casa trabajando con el sonido constante de la lluvia. Por la noche aplacó la tormenta y comenzaron a escucharse unos mariachis, que estuvieron de serenata por la cuadra como una hora. Hoy también escucho mariachis pero más alejados, están en una fiesta en una casa acá a la vuelta. Y pasa, como todas las noches, el vendedor que anuncia "compre sus ricos tamales oaxaqueños, hay tamales oaxaqueños, tamales calentitos". Todas las noches a la misma hora. Lo voy a extrañar.

Durante la semana seguí avanzando en el trabajo. El miércoles y jueves hubo paro universitario de 24 hs. en solidaridad con los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. El miércoles por la noche hubo una marcha masiva, muuuuy masiva, de antorchas y velas, hasta el Zócalo, para pedir justicia y aparición con vida de los estudiantes. Y el jueves hubo cortes de calles y muchas universidades de todo el país se sumaron al paro. Justamente el jueves yo debía encontrarme con un grupo de estudiantes y antropólogos para hacer una visita al sur de la ciudad. Tenía que estar a las 7.30 en CU así que salí súper tempranito desde casa. Aún era de noche cuando llegué al instituto... no había pumabuses, y ahí me fui enterando además de los cortes de calles, que complicaron la llegada de los profesores y el resto de los compañeros. Salimos bastante tarde y llegamos a destino también tarde, porque el tráfico era un infierno. Al sur de Xochimilco nos encontramos con unos habitantes de allí, que nos estuvieron contando historias de aparecidos y leyendas por el día de muertos. Desde allí saldríamos, con ellos, hacia otro lugar cerca, pero cuando supe que había que subir un cerro y eso implicaba bastante esfuerzo (sumado al cansancio que yo ya traía) decidí volver. Me quedé con las ganas, pero no quise arriesgarme, así que emprendí la vuelta en auto, luego camión y luego metro hasta casa. En un día difícil, la ciudad me dejó agotada. 

Ayer por la mañana fui a desayunar a un lugar muy bonito y rico a la vuelta de la Casa Azul de Frida Kahlo. Me lo habían recomendado, pero siempre que pasaba estaba cerrado. Acá (al menos en Coyoacan) los bares y cafeterías tienen una política de "abrimos cuando llegamos y cerramos cuando nos vamos" --> imposible enganchar el horario. Luego me fui a visitar a Frida, finalmente, después de casi dos meses de vivir a cuatro cuadras jajaja. El Museo Frida Kahlo es la casa donde ella y Diego Rivera vivieron durante años. Tiene un acervo de obras muy pequeño, sólo un par de salas, pero puede conocerse toda la casa, que es hermosa, y sentirnos un poco testigos de la dramática e intensa vida de la artista. La casa, además, está buenísima, y está muy cuidada. Tiene un hermoso patio y había, además, una muestra de los vestidos de Frida, que tenía un estilo muy particular. 
El museo es un poco más caro que los del resto de la ciudad ($80 los días de semana, $100 los findes), y hay que pagar un extra para poder tomar fotografías en el interior. Aún así es lindo para visitar en un recorrido por Coyoacán, y es una visita cortita. Puede que en fin de semana haya mucha espera para entrar.

Los últimos tres días estuvieron lindos, templados y sin lluvia, con algo de sol. Al salir del museo de Frida decidí ir en camión (autobus) a CU, ya que había uno que paraba justo en la puerta del museo. Bueno... claro... no tuve en cuenta el tráfico de la ciudad, ni que el bus para en cualquier lado para levantar pasajeros, ni que me pasaría de largo porque me puse a escuchar música y me perdí el aviso del conductor. Por suerte el mismo chofer me explicó cómo tomar el bus de regreso, pero madre mía, demoré 1 h 40 en hacer un recorrido que en metro me habría llevado, como mucho, 45 minutos.

Hoy hice dos visitas, una sola y otra acompañada de un matrimonio amigo de la familia (con los que hablé en argentino toda la tarde wiiii). Primero fui al Palacio Nacional: no quería dejar sin visitar los murales de Diego Rivera que cuentan la historia de México en hermosas imágenes. Luego, me encontré con mis compatriotas y fuimos al Mercado de la Ciudadela, donde miramos de todo y compramos algunas cositas. En el tramo entre un lugar y otro, pasé dos situaciones que podríamos describir como "las puertas del infierno":
Situación 1 --> saliendo del Palacio Nacional por la calle de la Moneda, se abandona un estado de contemplación y reflexión histórica y política para meternos en la calle de la Moneda... llena de vendedores ambulantes donde TODOS gritan como locos lo que están ofreciendo. Y hay muuuuucha gente andando por pequeños espacios, chocándose entre sí, con bolsos y mochilas, turistas, vendedores, transeúntes, gente apurada que empuja. LA locura. 
Situación 2 --> entro en el metro, voy hasta Pino Suárez y ahí hago la correspondencia con la línea 1. Sábado, 14 hs, y sin embargo el andén que va en dirección a Pantitlán EXPLOTA de gente: hay tanta que los pasillos están llenos de personas que se amontonan intentando llegar al andén. No apto para claustrofóbicos ni para agorafóbicos. Realmente no sé cómo hacen. Pensé en sacar una compu, pero obviamente una aglomeración así es el paraíso para los pungas, y ni abrí la cartera. 

Por suerte el resto del paseo estuvo lindo, en buena compañía y con rica comida en el mercado. Regresé tras la merienda en el Café La Habana, y disfrutando de las luces desde el autobus que va por Av. Reforma. 

Encaro, ahora sí, la última semanita en el DF. Stay tuned.




sábado, 18 de octubre de 2014

México DF, día 47: nada especial, o todo especial

Hoy es sábado, mi anteúltimo sábado de paseo por México. Me lo tomé nuevamente para pasear por el barrio. La mañana arrancó gris, así que salí con paraguas... estos días tuve la horrible sensación de que lo había perdido, cuando simplemente estaba en otra mochila. Por suerte en la semana llovió poco y no lo necesité. Los días estuvieron lindos y frescos, ideales para salir a caminar por CU hacia los restaurantes cercanos o para comer leyendo tranqui en el patio del instituto.

Este fin de semana decidí no salir mucho, tengo bastante trabajo que hacer antes de irme y mi cuerpecito pide un descanso. Hoy me fui a desayunar, caminar y almorzar por Coyoacán, sin cámara de fotos, recorriendo algunas calles ya súper conocidas y otras nuevas, disfrutando que era temprano y (sea por eso o por el día gris) no había tanta gente. Una de las calles principales del centro está cortada, en plenos arreglos, con algunas partes con olor feo y otras con mucho ruido por los camiones descargando arena y piedras. Pero las otras callecitas estaban tranquilas y las casas y restaurantes le pusieron al día el color que le faltaba. 

Este post es bastante nostalgioso (el día ayuda) porque caigo en la cuenta de que ya se está terminando el viaje; pronto tengo que entregar mi informe final, incluso mi tutor me dijo "eh?! ya te vas?!". Con los otros becarios organizamos un almuerzo para vernos todos antes de que me vaya, y ya organizo los días que quedan: cuándo voy a ir a tal lado, cuándo al mercado, a qué lugares seguro ya no iré. En los viajes el sentido del tiempo se altera, y lo mismo dicen del embarazo... dicen que todo pasa muy rápido, y sin embargo para mí es bastante lento. Tengo la impresión de que fue hace mil años que caminé por estas mismas cuadras con las valijas encima, buscando un teléfono público para llamar a la dueña de casa con temor a quedar varada. Es que uno hace tantas cosas distintas a su "vida normal" que el tiempo transcurre... diferente. 

Ya pasaron los colores patrióticos de septiembre y la ciudad se viste de muertos y de Halloween. Hay decoración de calaveras y calabazas en todos lados, y calculo que irá aumentando hacia fin de mes. Supongo que apenas pasado el día de muertos todo se vestirá de Navidad (¡eh?! ya Navidad?! Y sí... acá veo arbolitos navideños desde que llegué). La lluvia parece aflojar y el clima enfriarse, pero en cuanto uno cree que el clima cambió... llueve de nuevo. 

La ciudad parece menos hostil, será que uno se va acostumbrando. Ya le tomé el tiempo a los peores horarios del metro, ya no puteo si el pumabus está lleno y en cambio me tomo un taxi compartido, por suerte ya no me molestan (tanto) los olores de las comidas en la calle (¡gracias segundo trimestre!). Tampoco me indigno si algún bar al que pensaba ir a desayunar está lleno... al menos en Coyoacán aplican eso de "abrimos cuando llegamos, cerramos cuando nos vamos" sin importar que sean las 11 y el cartel diga que abren a las 9. Lamentablemente me engolosino con esto de que me digan "señorita" en todos lados... volver a escuchar el "señora" va a ser un shock. Y no se asusten si estornudan y yo desde la otra cuadra les grito "salud!". Es que acá te desean salud siempre, incluso en el silencio de la biblioteca.

Prepárense, también, para escucharme hablar el triple de lo que hablo siempre. Acá anduve bastante solitaria, el día que salimos con los becarios (a un bar re lindo, estuvo genial la salida) estábamos todos a full charlando y descubrí que mi capacidad conversatoria no se esfumó (muajajajaj). 

En fin, a disfrutar los días de paseo y trabajo que quedan! Y basta de bloggear que este informe no se va a escribir solo.

Hasta pronto cuates!

domingo, 12 de octubre de 2014

México, día 40: encantador paseo por Taxco

Ayer abandoné mi hippismo viajero y me embarqué en una excursión contratada: no me quería arriesgar a viajar sola tan lejos de la ciudad. Así que arranqué tempranito y me dirigí al hotel donde, a las 9 am, me pasaba a buscar el transporte. Salí con poco tiempo así que me tomé un taxi en lugar de ir en metro (me dolió el bolsillo buuu). Llegué a horario, me dispuse a esperar en el elegante lobby y 9.10 se acerca un empleado: "Usted es Laura Gabriela?" "Sí" "Tiene un llamado". Fuaaa me sentí importante. 
Eran los de la excursión para decirme que el flaco con el que yo había cordinado se confundió de horario, que era 8.30, pero que volverían por mí. "La demora depende del tránsito". Grrrrrrr. Podría haber venido en metro! En fin, me fui al bar del hotel a tomar un café con leche y a mirar el noticiero, que iba contando la pesada situación política y social en el estado de Guerrero... al que yo me dirijo. 

Recién a las 10 llegaron. Pero lejos de enfurecerme me subí contenta a la combi que nos llevaría, a otros cinco turistas y a mí, hacia Cuernavaca (estado de Morelos, a 85 km al sur de la Ciudad de México) y Taxco (estado de Guerrero, a unos 160 km al sur de DF). El guía era un señor muy simpático, que nos dio la charla en un inglés bastante rudimentario. También había dos chilenas, una polaca (que no sé si entendía algo) y dos norteamericanos de Washington DC que trabajan para el Departamento de Estado. Casi les pregunto si realmente están planificando atentar contra Cristina, pero me cambiaron de tema "Oh! History teacher! How interesting!!". 

Una vez que se sale de la Ciudad de México hacia el sur el camino es muy bonito, entre montañas boscosas y campos cultivados. Un poco antes del mediodía llegamos a Cuernavaca, una bonita ciudad serrana de Morelos conocida como "la ciudad de la eterna Primavera" por su buen clima y sus balnearios turísticos; es una zona de descanso desde tiempos precolombinos. Esta región cayó bajo el dominio de los aztecas y, luego, de los españoles; aquí Cortés estableció una residencia (el Palacio de Cortés) que aún se puede visitar, aunque mi tour la pasó de largo. Nosotros sólo visitamos la Catedral de Cuernavaca, uno de los primeros conventos católicos construidos en México por los franciscanos (menos de una década después de la conquista), dedicado a Nuestra Señora de la Asunción. La Catedral cuenta con una iglesia más grande y dos pequeñas capillas, con decoración relativamente sencilla del siglo XVI, acompañado por lindas fuentes y jardines. Es un paseo bonito aunque breve, y pronto continuamos viaje hacia Taxco.

Si el camino del DF a Cuernavaca es lindo, el camino desde allí hacia Taxco es mucho mejor. La ruta que se toma es la misma que va a Acapulco, y todos los carteles indicadores dan muchas ganas de no volver a la gran ciudad y dirigirnos a la playa (que bueno, también es una gran ciudad, pero con playa). Taxco también es una ciudad colonial, que comenzó como un centro minero ya que allí se encontraron yacimientos de plata, y todos sabemos que esto a los españoles les resultaba interesante. Parece que a estos muchachos tanta conquista les generó nostalgia de su tierra natal, ya que comenzaron a construir la ciudad a imagen y semejanza de ciudades andaluzas, como Granada. Esa fue la impresión que me dio al conocerla, y eso que yo Granada sólo la conozco por fotos: en la falda de la montaña muchísimas casitas blancas con tejas españolas y callejuelas pequeñas de piedra, donde se asoman los balcones con macetas llenas de flores y se divisan las cúpulas de montones de iglesias. Almorzamos en un restaurante con unas vistas de la ciudad muy bonitas, y durante el paseo caminé por muchas callejuelas angostas con bastante gente y autos (uffff!). En este paseo sólo estuve un par de horas, pero hay muchos hoteles para disfrutar de la ciudad durante algunos días. 

En el centro neurálgico de la ciudad se erige la iglesia de Santa Prisca, construida en el siglo XVIII en estilo barroco churrigueresco, con fachada en color rosa e interiores bien cargados con altares de hoja de oro. Esta iglesia fue construida en tiempo récord encargada por uno de los mineros más ricos de la zona, José de La Borda, empresario en Taxco y Zacatecas. Según nos contaba el guía, la construyó en agradecimiento a Dios por su ayuda en su éxito, y para su hijo que había decidido convertirse en cura. ¿Será cierto? Como sea, la iglesia es el punto principal de la ciudad, y a su alrededor hay restaurantes, bares, y muchos muchos muchos artesanos y locales de platería. 

La plata, como decíamos, fue lo que motivó la fundación de la ciudad; ahora es una de las principales fuentes de ingreso con una gran industria joyera. Hay muchísimos locales donde se puede comprar de todo, desde pequeñas cositas de $100MXN hasta... bueno, hasta el precio que imaginen. Además aquí hay ferias de plata y los plateros compiten con sus productos; muchas de sus piezas ganadoras están exhibidas en los locales. Yo, sin pensar en los altos precios, había pensado comprar muchos regalitos taxqueños pero, bueno... no lo hice. Hay muchos otros mercados en los alrededores de la plaza, llamados "tianguis de plata", donde se encuentra de todo, a menores precios y seguramente de menor calidad. También hay, por supuesto, muchísimos artesanos callejeros de lo que se les ocurra. No es necesario que uno se acerque a ellos, ellos no tendrán problema en acercarse a cualquier turista que circule. Se compre o no se compre plata, el paseo vale la pena: perderse por las callecitas de la ciudad, tomar un helado en la plaza, encontrar las vistas de todas las casas blancas y sus tejas terracota es muy lindo. 

Según nos contaba un guía, fue en uno de los conventos de esta ciudad donde Iturbide redactó el Plan de Iguala, asentando los principios sobre los que se basaría la nueva nación independiente. O algo así... pensar que en el final de América III me preguntaron eso (qué era el Plan de Iguala) y le dije al titular "la verdad, no tengo ni idea". Qué vergüenza, ahora me van a expulsar del país por bestia. "Perooo perooo Teotihuacán no era aztecaaaaaaaa" gritaré cuando me deporten. 

En resumen: aguante Taxco, es re lindo. 

Iglesia de Cuernavaca


Taxco

Taxco desde el restaurante, con Catedral de Santa Prisca de fondo

Catedral de Santa Prisca, Taxco

Callejuelitas de Taxco





México DF, día 35: paseo por Xochimilco

Hola a todos! Paso el reporte de mi paseo del... lunes pasado! Es que esta semana estuve llegando a casa cada día más tarde y con menos energía. El viernes 19.30 hs. demoré 25 minutos en conseguir subir al metro, y otros 20 en recorrer las cinco estaciones que me separan de casa. Todo eso después de un día de trabajo y sin poder sentarme en la estación o en el metro... habría preferido quedarme durmiendo en la biblioteca.

El lunes pasado fui con mis vecinas colombianas a visitar Xochimilco, una zona al sur de la ciudad con canales y chinampas prehispánicos, donde se puede navegar en trajineras con mucho color. Por suerte fui con ellas: es un paseo muy aburrido para hacer sola, además me habría salido carísimo alquilar una trajinera solo para mí. 

Primero nos fuimos a desayunar por el barrio, y eso nos generó un desfasaje alimenticio con varias paradas en el camino. ¿A qué me refiero? A que ellas comieron un desayuno gigante y, por supuesto, a las 14 hs. no tenían ni una pizca de hambre. Yo desayuné liviano, a las 14 fuimos a yo almorzar y ellas mirar, y a las 18 hs. ellas almorcenaron y yo miré. En fin, es parte de las negociaciones que uno hace cuando viaja con más gente. Y fue lindo acompañar todo con conversación sobre México, Colombia, Argentina, el papa, Maradona, el mundial de fútbol, Pekerman, el narcotráfico, los prejuicios sobre cada país, etc. etc. etc.

Vamos al paseo: nos tomamos un taxi desde Coyoacán hasta la estación Tasqueña, que es terminal de una línea de metro y donde se encuentra la terminal Sur de autobuses. Desde allí, un bus-camión-pesero-bondi o como quieran llamarle, que recorrió bastante del sur de la ciudad hasta llegar a Xochimilco... ¡parecía que no llegábamos maś! Es que ya les dije, esta ciudad parece interminable. La zona de Xochimilco tiene aspecto suburbano a pesar de estar dentro de los límites de la ciudad. En el bus había poca gente y nosotras, las únicas turistas, empezamos a preguntarle a los pasajeros. Todos, amablemente, nos fueron indicando dónde bajar, cómo seguir, dónde tomar el bus de regreso y cómo llegar al embarcadero de trajineras. Cerca del mediodía, llegamos.

Xochimilco es una palabra náhuatl que significa algo así cómo "Milpa de flores". Antiguamente, esta zona estaba a la ribera de un lago, y se construyeron canales e islas artificiales utilizadas como tierras de cultivo, llamadas chinampas, hoy dedicadas a la producción de flores. La atracción turística es que esos canales pueden navegarse en trajineras: lanchones de madera pintados de colores muy vivos, y conducidos al estilo de las góndolas venecianas por una persona que va clavando un remo en el lecho del río. En el centro de estas trajineras hay una mesa larga donde se puede comer y beber. Hay paseos de 1 hora y otros más largos donde se baja a las islas y se visitan viveros, serpentarios, un santuario de axolotes, etc... pero nosotras tomamos la visita de 1 hora ($350 MXN la hora de trajinera). Los sábados y domingos pueden tomarse trajineras colectivas, que son más baratas. Aunque si uno quiere algo de tranquilidad... dicen que los domingos son un caos de gente y mejor esquivarlos. 

De todos modos, el paseo no es silencioso; a medida que la trajinera avanza, se acercan vendedores (sí, acá también) en sus propias trajineritas ofreciendo de todo: cerveza, gaseosas, comidas, artesanías de plata (o eso suponemos), textiles, juguetes de madera y música. Hay trajineras con grupos de mariachis o con marimbas, y si uno decide contratarlos ($30 MXN la canción de marimbas, $100 MXN la canción de mariachis) se pegan a la trajinera y ejecutan su número. Nosotras no contratamos ninguno, pero se escuchaban a lo lejos las canciones que habían pagado otros... 

En un pequeño tramo se divisa algo un tanto escabroso: muñecas, montones de muñecas con la ropa deshecha y las caritas pintadas, colgadas de los árboles o de los alambrados. Un señor nos cuenta que es una pequeña réplica de la "isla de las muñecas", una isla más adentro en el recorrido donde hay miles de muñecas así... Según la leyenda, un hombre encontró una nena ahogada y cerca de ella una muñeca; la niña después de muerta siguió llorando y pidiendo por su muñequita. Listo, ya sé con qué voy a soñar esta noche.

El paseo es muy lindo, se puede ver lo fértil que es la tierra de las chinampas y recorrer canales que están allí desde tiempos prehispánicos. Además, el color de las trajineras es pintoresco e invade los ojos... todo en México tiene mucho color. Sin embargo, no me pareció un recorrido imprescindible, de esos que decís "ahhh fuiste al DF y no fuiste a xochimilco?!?!". Es un lindo plan para una tarde si uno tiene tiempo... hay que tener en cuenta que es alejado del centro de la ciudad. Muchos tours (incluyendo el Turibus hop-on, hop-off de la ciudad de México) ofrecen la visita a Xochimilco en un combo en el recorrido por el sur de la ciudad, junto con Coyoacán, Ciudad Universitaria y el Estadio Azteca.

En el regreso, queríamos ir a visitar el Museo Dolores Olmedo Patiño, dedicado a la obra de Diego Rivera y Frida Kahlo. Para llegar al museo tomamos un bus que nos llevó desde el centro de Xochimilco. Bajamos y luego de una mini-caminata llegamos... para encontrarnos que estaba cerrado. Todos los lunes cierran los museos, y las cuatro estábamos en mentalidad tan turista no-sé-ni-qué-día-es que no nos dimos cuenta... Buuuuuu. Para regresar desde ahí tomamos el "tren ligero", una especie de pre-metro que cubre el recorrido de Xochimilco a Tasqueña. Se toma un buen rato, son muchas estaciones. Y de Tasqueña a casa combinaciones de metro infinitas: para hacer la correspondencia de la estación Ermita, por ejemplo, hay que cruzar un pasillo de como 400 mts y luego bajar unos 120 escalones. Los conté. Madre mía, no me daban más las piernas. 

Les dejo fotos para que puedan apreciar el color de las hermosas trajineras, y algunas curiosidades.

Trajineras de colores

Otra trajinera

Misteriosamente son los Avengers y el escudo del Capitán América quienes nos dan la bienvenida (?)

Conductor de la trajinera

Creppy muñecas

Viveros

Trajineras navegando por Xochimilco





miércoles, 8 de octubre de 2014

México, día 33: Escapadita a Teotihuacan

En el día de hoy voy a contarles un paseo muy esperado por mí en este viaje: Teotihuacan. Muy esperado porque es un sitio prehispánico suuuuper importante en Mesoamérica, porque tiene unas pirámides realmente admirables y porque la vez anterior que vine a México me había tocado una tormenta tremenda y mi recuerdo estaba pasado por agua. Además, me resultaba muy simbólico traer de paseo mi incipiente panza a este lugar, ya que hace solo unos meses tanto la panza como la ciudad me parecían algo totalmente lejano y difícil de alcanzar.

Bien, el sábado me levanté relativamente temprano, así en caso de que se largara la tormenta tuviera tiempo de recorrer [aquí últimamente llueve por la tarde o noche]. Salí rumbo a la otra punta de la ciudad, yo estoy viviendo en el sur y debía ir hasta la Terminal de Autobuses del Norte. Para ello debía recorrer casi toda la línea 3, hacer una correspondencia y luego viajar por una estación más. Bueno... esa correspondencia (estación La Raza) tiene un túnel larguísimo, se demora más o menos 10 minutos en recorrerlo y tiene exhibiciones de ciencia. Incluso en un sector las luces se apagan para dar lugar a una bóveda con estrellas, una especie de Planetario. Muy lindo todo pero me pareció un peligro tener un túnel tan transitado a oscuras. En fin... llego a la terminal de autobuses que es enooooorme y saco mi pasaje a las pirámides ($84 MXN ida y vuelta). Las terminales (de micros, aéreas, etc.) suelen gustarme porque uno toma conciencia del lugar donde está, y de todos los lugares donde puede ir. Micros hacia todo el norte de México salen desde aquí... claro, después uno se encuentra con limitaciones mundanas como el tiempo y el dinero (o la falta de ellos, claro). 

Algo que me llamó la atención es el tema de los controles de seguridad. Ni para comprar el pasaje ni para subir al micro se pide ninguna identificación. Sin embargo, para pasar a las plataformas hay que cruzar un detector de metales, te palpan como en el aeropuerto, te vuelven a palpar antes de subir al micro... y una vez arriba sube alguien con una cámara filmadora y toma una imagen del rostro de cada uno de los pasajeros. La operación se repite en dos o tres de las siguientes paradas que hace el micro en la autopista... Bien, pero esto no le importa a nadie, lo lindo viene unos 45 minutos después al llegar a Teotihuacán.

El parque arqueológico es muy grande, y tiene 3 entradas: Puertas 1, 2 y 3 (en realidad hay 2 más que están del otro lado, el bus que viene de México llega a las primeras tres). El costo de la entrada es de $59 MXN. Se puede entrar por cualquier puerta, la 1 es la más alejada de las pirámides, aunque se las puede admirar perfectamente de lejos. Se recomienda llevar gorro, agua [aquí sí se puede pasar con agua] y protector solar. El día tenía un clima raro así que apliqué el principio de vestirme como cebolla... para bancarme el fresco de la mañana y el sol del mediodía en el parque.

¿Qué es Teotihuacán? O tal vez convenga empezar por ¿Qué NO ES Teotihuacan? Teotihuacan NO ES una construcción azteca ni muchísimo menos maya. Teotihuacan es una ciudad (con todas las letras) mucho más antigua que el imperio azteca, asentado en Tenochtitlán y sus alrededores (actual ciudad de México), descubierto y conquistado por Hernán Cortés, etc. etc. etc. La ciudad mesoamericana de Teotihuacán tuvo su esplendor en el período Clásico Temprano... desde el 200 hasta el 600 d.C. Imaginen: en la época de la caída del imperio Romano, Teotihuacan contaba con una población aproximada de 150.000 habitantes, siendo la ciudad más influyente de Mesoamérica hasta su parcial abandono en el siglo VII. ¿Por qué "cae" Teotihuacan? No se sabe, pero esta caída con seguridad afectó a toda la región. Hay muchísimos trabajos sobre la influencia de esta ciudad en el resto de Mesoamérica. ¿Por qué digo todo esto? Primero, porque Teotihuacan es mucho más que dos grandes pirámides. Y segundo, porque insisto e insisto: no es una ciudad azteca. Más allá de que muchos libros ilustren "El imperio azteca" con fotos de las pirámides del sol o la luna. Más allá de que los nombres de las construcciones estén en lengua nahuatl (que era la hablada por los aztecas): no se sabe qué lengua hablaban los habitantes de este lugar. Más allá de que en el mismo sitio haya a la venta remeras con la inscripción "Teotihuacan" y la estampa de la Piedra del Sol... azteca. Me crucé con varios turistas (extranjeros pero también mexicanos) que conversaban entre ellos "¿Esto es azteca? Mmm no, creo que es maya?". Pues nada: Teotihuacán es teotihuacano.

Hecha toooda esta aclaración, que me sentía moralmente obligada a hacer, va la parte turística: Desde la puerta 1 se accede a "La Ciudadela", uno de los extremos de la ciudad. Se descienden unos escalones y se ingresa a una plaza muy amplia con una pequeña construcción en el centro, y una pirámide (bastante más baja que las dos principales) en un extremo. Se puede subir para apreciar bien las grandes esculturas del Templo de la Serpiente emplumada (o no subir y verlas desde un costado). Luego, desde la Ciudadela hacia las pirámides, que ya se ven muy bien, se atraviesa la Calzada de los Muertos. Acá no había muertos, es el nombre que le pusieron los aztecas al conocer la ciudad ya que pensaban que las construcciones de los alrededores eran tumbas. La Calzada de los Muertos es una calle amplia y recta, donde se suben y bajan escaleras de a poco, rodeadas de construcciones a ambos lados. Desde el inicio de la caminata hasta el final, en la Pirámide de la Luna, hay 2 km. Está bueno caminarlo despacio, disfrutando del paisaje y del lugar donde uno está, buscando sombra (si hay) y tomando agua para no deshidratarse. 

Luego de un rato de caminata se llega hasta la zona principal, lo que todos quieren ver: la Pirámide del Sol. Es una pirámide muy grande, de 63 mts de altura y más de 200 mts de cada lado... y se puede subir. Son en total 238 escalones hasta llegar a la cima, con bastantes descansos. Eso sí: los escalones son altos así que hay que ir con cuidado y sin atolondrarse. La vista desde arriba es hermosa... al menos según lo que yo recuerdo, porque por cuestiones embarazosas (cuac!) decidí no subir. 
Un poco más adelante se encuentra la Pirámide de la Luna, enmarcada por el Cerro Gordo. Es más baja y no puede subirse hasta la cima, sólo hasta la primera parte: 48 escalones. Ahí sí me animé: subí con tranquilidad, me senté en un rincón a disfrutar la vista, saqué fotos y me quedé un rato. 
En el complejo y en los alrededores hay muchísimo más para ver: museos de pintura mural, conventos coloniales y hasta un restaurante en una gruta. Pero ya saben que últimamente me canso rápido y decidí volver a casa.

Algunos detalles: al ser una de las principales atracciones turísticas de toda la zona, hay mucha gente. Sin embargo, al menos en este caso, no parecían molestar: el lugar es muy amplio y hay espacio para todos. Hay que ir con cuidado en las subidas a las pirámides, pero la ciudad de México (con sus multitudes y sus miles de escaleras en el metro) ya te va entrenando para eso. También hay muchos, muuuchos vendedores de artesanías y recuerdos: se te acercan bastante y te ofrecen de todo, insisten e insisten. Con un "no, gracias" alcanza. Algunos son muy creativos: una decía "Compren algo, que quiero ir a Cancún en avión y no en burro" y otro "Señorita, llévele algo a su novio, o a su marido. ¡O a su amante!". Amigos, familiares: no esperen regalitos teotihuacanos, no compré nada. 
Ciudadela

Pirámide de la Serpiente Emplumada

Pirámide de la Luna y Calzada de los Muertos 

Becaria con gorra de Los Pumas, con Pirámide del Sol de fondo




sábado, 4 de octubre de 2014

México DF, días 29 y 30: Museo de Antropología y Paseo de la Reforma

[post largo, pero como en Elige tu propia aventura, pueden  leer "a la carta" y saltear los párrafos más nerds]

Un poco atrasada con los posteos, paso a contarles mis paseos-trabajo de lunes y martes. Dado que en estos días se desarrolla la Feria del Libro de Antropología e Historia, ubicada en el Museo Nacional de Antropología, era un buen momento para ir, de una vez, a visitar el museo. Además, quería hacer un poco de trabajo en la biblioteca, por lo que sabía que estaría bastante tiempo en el lugar.

El lunes, entonces, me dirigí al Museo, ubicado en el Bosque de Chapultepec, a unos 500 mts. de la estación de metro Auditorio, y un poco más de la estación Chapultepec. Para llegar a Auditorio tuve que combinar dos veces ("correspondencia", se llama aquí la combinación del metro), con mucha caminata por túneles y no sé cuántos escalones en subida y bajada. Luego encaré la caminata por la av. Reforma, que "parte al medio" al bosque de Chapultepec, y por allí circulan colectivos que acercan al museo. 

Al llegar a la explanada de entrada al museo, con árboles, fuentes y puestos de comida y venta de artesanías, me llamó la atención el sonido de unas flautas en vivo... me acerqué y ví en acción a los voladores de Papantla descendiendo de las alturas al son de la música. Luego entré al Museo y (gran error) me dirigí primero a la Feria del Libro, que está en el patio interior... claro, compré tres libros y luego tuve que cargar la bolsa por todo el recorrido museístico. Muy incómodo. 

En la entrada al museo ya se exalta con frases grabadas en las paredes la grandeza del pasado prehispánico mexicano. El museo tiene dos pisos, en forma de "U": la planta baja está dedicada a "lo arqueológico" y la planta alta, a "lo etnográfico", a los pueblos indígenas mexicanos actuales. El  recorrido puede encararse de dos maneras: prestando atención a cada detalle, o visitando las "grandes estrellas" del museo (la Piedra del Sol, la Coatlicue, las cabezas olmecas). Todo dependerá del tiempo y las ganas que tenga cada uno, ya que no siempre se cuenta con una tarde completa para dedicar al museo. A continuación, mi comentario, con algunas observaciones "críticas", del recorrido de la muestra permanente de arqueología. 

[a partir de ahora el post se vuelve mesoameriñoño, pueden dejar de leer que no me ofendo] 

Desde la entrada, ingresando hacia la derecha hay dos salas más bien generales, no específicamente mexicanas:  una titulada "Historia de la Antropología" (que es más bien historia del proceso de hominización) y otra dedicada al Poblamiento de América. Se incluyen muchos cuadros explicativos, vitrinas con objetos y cráneos, reconstrucciones y mapas, es todo bastante atractivo visualmente. Cualquiera de las salas puede visitarse en forma independiente, ya que todas tienen entradas desde el patio central. Por las salas contiguas se realiza todo un recorrido histórico por el Altiplano Central mexicano, desde las primeras aldeas hasta Teotihuacán, el "Epiclásico" del centro de México y los Toltecas, para llegar a la sala central, ubicada justo enfrente al patio: la sala mexica. A ver... puse "epiclásico" entre comillas porque es un término bastante especial. La cronología mesoamericana se divide a grandes rasgos en: Preclásico - Clásico - Postclásico. El término "epiclásico" es utilizado sólo para la cuenca central mexicana entre el Clásico y el Postclásico (no se usa en periodizaciones mayas ni oaxaqueñas ni de otras regiones), en un intento a mi entender forzado de mantener continuidad de ocupación y de "grandes culturas" en una región. Parece difícil asumir que entre Teotihuacán y "lo que vino después" haya habido un bache... Otra cosa que no me gustó mucho de la sala teotihuacana (que sí, tiene cosas muy interesantes) es que incluyeron ahí (y no en la sala maya) a la escultura 31 de Tikal. Claro, esta escultura es tomada como una de las principales "evidencias" de la injerencia de Teotihuacán en el área maya, pero aún así... me pareció mucho. 
La sala mexica es de las más interesantes, ya que allí todo está muy bien explicado: las generaciones de tlatoanis, la historia de la expansión mexica, las alianzas y conflictos con los vecinos, los atributos de los dioses... todo acompañado de una gran cantidad de esculturas, siendo las más famosas la Piedra del Sol y la Coatlicue, pero con muchas más cosas interesantes para ver. Vale la pena detenerse un rato en esta sala, que aún siendo de las más visitadas es suficientemente amplia para no sentirse apabullado (vale destacar que fui un día de semana). 
En el otro sector del museo se encuentran lo que podemos llamar "las otras regiones" o "todo lo que no es Altiplano central", jaja: la costa del Golfo, las culturas de Oaxaca, el área maya y el Occidente de México (Michoacán, Guerrero, Colima, Nayarit). En la sala del Golfo encontramos dos cabezas colosales olmecas, en la sala maya muchas estelas (aunque nunca se aclara si son originales o reconstrucciones) y en todas ellas muchas figurillas de cerámica o barro. Y si bien todo lo que se expone en las salas me encantó, me dio la impresión de que no estaba bien explicado, contextualizado o incluso iluminado; hay unos maravillosos incensarios mayas en la entrada de la sala, pero no pueden disfrutarse por la cantidad de brillo y reflejo que pegaba en las vitrinas... una pena.

[los no-ñoños pueden seguir leyendo desde acá]

A la salida cometí el segundo error: ir a tomar el metro en hora pico. Por el cansancio decidí ir hasta Metro Chapultepec en bus, no me importaba cuánto demorara... sólo me interesaba ir sentada. Pero claro, 18.30, de Chapultepec y estaciones subsiguientes, en dirección Pantitlán, entra en el metro una cantidad impresionante de gente que desafía todas las leyes de la física y la biología (¿cómo es que había oxígeno para todos ahí adentro?). Luego de dejar pasar dos trenes, logré acomodarme en un vagón exclusivo de mujeres... pero no tuve en cuenta que la gente seguiría subiendo, aplastando con codazos y carteras o con su propio cuerpo. Años de viajar en el Sarmiento no me habían preparado para eso. En Balderas salí eyectada junto con la marea humana y demoré un rato en recuperarme. Por suerte el siguiente tramo de metro fue en mejores condiciones y hasta pude volver sentada y leyendo... Para el día siguiente aprendí la lección y volví a las 20 hs: otro mundo.

El martes, previendo el asuntillo del regreso a casa, salí más tarde. Al bajar del metro, en lugar de ir directo al Museo para aprovechar su biblioteca, fui a pasear por la Avenida Reforma. El día estaba hermoso y se prestaba para la caminata: amplias y arboladas veredas, edificios muy modernos y, a pesar de ser súper céntrico, comodidad. Hay sistemas de bicicletas "municipales" que la gente toma en distintas estaciones: muy práctico, excepto por el hecho de que muchos ciclistas, en lugar de tomar la bicisenda, van por la vereda. Otra queja: en los semáforos (muy bien sincronizados y con segunderos para peatones) las motos tienen la maldita manía de pasar en rojo. Tienen el cuidado de frenar un poquito para intentar no pisar a nadie, pero igual te pasan zumbando! Llegué por ese camino hasta dos hitos: la fuente de la Diana Cazadora, muy bonita, y el Ángel de la Independencia: un pedestal conmemorativo, una columna, y en su cima una escultura de bronce y oro de la Victoria Alada [comúnmente conocida como el Ángel]. Fue inaugurada en 1910 como celebración del centenario de la Independencia, y desde entonces es un ícono de la ciudad. [Y por ello fue ahí donde manifesté mi repudio al pinche Robben por su zambullida en los octavos de final].

En Reforma hay muchos locales de comida, no muy baratos, pero en las callecitas adyacentes hay lugares lindos para visitar y recorrer. Por la Avenida pasan buses hacia el Bosque de Chapultepec, y hacia allí me dirigí nuevamente. Trabajé por la tarde en la biblioteca y regresé más tarde que el lunes para no viajar tan apretada. Por las rejas del Bosque, caminando por Reforma, pude ver una muestra fotográfica al aire libre del diario La Jornada, que celebra los 30 años de esta publicación con imágenes emblemáticas (e impactantes) de las últimas tres intensas décadas de historia mexicana. 

Comentarios finales: el Museo de Antropología es una de las visitas "obligatorias" del turista en México, y vale la pena dedicarle, sino una tarde completa, al menos un rato. Hay otros atractivos cerca, como el resto de los museos al interior del Bosque de Chapultepec y la Av. Reforma en sí misma. Tiene restaurante y cafetería en su interior, se come rico y tranqui. Si gustan caminar, es un paseo ideal. Si no... a tomar buses o taxis... o caminar igual :-)


Sala Teotihuacan

Piedra del Sol 

Pinche Robben

lunes, 29 de septiembre de 2014

México DF, día 27: Tlalelolco y Basílica de Guadalupe

Hoy hice algo que no hay que hacer: "almuerzo y a la tarde salgo de paseo". Comenzar el paseo (es decir, entrar al metro) a las 15 hs. no es buena idea, al menos en temporada de lluvia. Si el día está soleado, hay que aprovecharlo. Pues bueno... hoy me levanté, desayuné en casa y a eso de una y media salí a almorzar. Tipo 15 hs. me metí en el metro y bajé en Tlatelolco... el viaje habrá durado 20 minutos y en ese período el cielo pasó de estar "algo nublado" a "totalmente encapotado". Conclusión: partes del paseo estuvieron acompañadas de lluvia fuerte y regresé a casa con las zapatillas de trekking y las medias empapadas. Es que si hubieran visto el cielo al mediodía ni locos se hubieran puesto botas de lluvia.

Dicho esto: el recorrido del día me llevó al norte de la ciudad (est. de Metro Tlatelolco, línea 3; a unos 2 km del Palacio de Bellas Artes derecho por Eje Central Lázaro Cárdenas). Quería conocer la Plaza de las Tres Culturas, llamada así porque cuenta con construcciones prehispánicas, coloniales y modernas. Además, la Plaza de Tlatelolco es tristemente célebre por dos situaciones trágicas: fue uno de los sitios prehispánicos que cayó en manos de los españoles en 1521, y allí ocurrió la matanza de estudiantes de 1968, a pocos días de que comenzaran los Juegos Olímpicos en la Ciudad de México. Les dejo este texto de Elena Poniatowska que explica muy bien lo que ocurrió en ese momento. 

Al salir del Metro me encontré desconcertada, no había forma de saber para dónde salir ya que la estación está rodeada de monoblocs. En rigor, el "Conjunto Urbano Nonoalco de Tlatelolco" es uno de los barrios de monoblocs más grandes de México, construido en los años '50-'60 [igual que mi casa!]. De lejos se me notaba que era turista, encima me fui vestida de colores llamativos... pero bueno, pregunté a un mozo el camino, puse mi mejor cara de "Papá, soy de Parque Avellaneda, aguanten los monoblocs" y fui para la Plaza. La Plaza incluye el sitio arqueológico de Tlatelolco, o al menos parte de él (debe haber bastante bajo las calles), y la entrada es gratis. Tiene un diseño similar al Templo Mayor, sumando un amplio espacio abierto donde en época mexica se asentaba el mercado; se nota que es una zona menos turística porque "museísticamente" está un poco abandonado. Pero se puede recorrer el sitio por los caminos indicados, y hay relativamente poca gente. En un sector de la Plaza se encuentra el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, fundado por los mismísimos Sahagún y Zumárraga; no pude visitarlo porque estaba cerrado, y tampoco pude entrar al Centro Cultural Universitario (ex-sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores). En otro sector de la plaza hay una amplia explanada con un monolito recordatorio de la matanza de 1968... ocurrida un 2 de octubre; al faltar poco tiempo para el aniversario estaba cubierta de coronas de flores y había un par de personas filmando una nota periodística sobre el tema. Frente a la plaza está uno de los monoblocs, el edificio "Chihuahua", desde donde se sospecha comenzaron los disparos. Pone la piel de gallina pensar en todas las cosas que ocurrieron en ese lugar. 

Al retirarme de la plaza comenzó a llover cada vez más fuerte. Una chica prevenida siempre sale con paraguas, y en este primer tramo alcanzó. Con valentía decidí continuar con el plan trazado y llegar, tras un par más de estaciones de metro, a la Basílica de Guadalupe. Con más valentía caminé las cuadras que separan la Basílica de la estación, ya que la lluvia caía cada vez más con más fuerza (ahí comenzaron a mojarse las patitas). Pero, oh! ¿Casualidad? ¿Milagro? Apenas entré al grandísimo espacio frente a la Basílica la lluvia se detuvo, y el cielo se volvió un espectáculo de nubes grises, nubes blancas, manchas celestes y arco-iris. 

La Basílica de Guadalupe es en realidad un conjunto religioso enorme, que cubre parte del Cerro Tepeyac y que incluye: la basílica actual (de los años '70), la basílica antigua (súper torcida, como los edificios antiguos de la ciudad), el Convento de las Capuchinas, varias capillas, un museo y un jardín grande y muy cuidado con las escaleras que suben el cerro hasta la Capilla del Cerrito. Vale la pena subir, ver todo el complejo desde arriba y la tormenta desatándose sobre distintos rincones de la ciudad. 

La Basílica de Guadalupe es tan importante para los mexicanos como la de Luján para el catolicismo argentino; pero en números lo es mucho más: según Wikipedia es el "recinto mariano más visitado del mundo, superado solo por la Basílica de San Pedro".  La historia sostiene que fue en este cerro donde el indio Juan Diego (ahora San Juan Diego, canonizado por Juan Pablo II) tuvo las apariciones de la Virgen en una fecha tan temprana como 1531. Cuando Juan Diego se dirigió al obispo de México para contarle lo ocurrido y desplegó el paño en el que llevaba unas flores, ahí estaba impresa la imagen de la Virgen con rasgos mestizos. La historia de Guadalupe y su relación con la identidad mexicana es más que interesante, y no la voy a contar acá. 
La Basílica moderna tiene un diseño muy particular, es redonda, tiene muchísimas puertas y un techo irregular que en su momento (cuando viajé la primera vez) me pareció horrible... y cometí el error de decírselo a una devota de la Virgen (no lo hagan). Hoy lo aprecié con otros ojos. Podemos decir que no le falta estilo ni personalidad.
Apenas salí de la Basílica se largó a llover de nuevo (¿será que la Virgen quería que me quedara?), acentuando el proceso de ensopamiento de mis zapatillas. Así que emprendí el regreso. No sé si por la cara de cansada o porque realmente se me está empezando a notar la panza, un buen hombre me cedió el asiento (wiiiiii). A la vuelta descubrí un lugar donde comprarme tacos (más wiiiii), así que regresé, me sequé los pies y me dispuse a disfrutar de mi cena.

Mi duda ahora es ¿se secarán las zapatillas antes de mi regreso? Déja-vu de mi viaje de 2008: en ese momento visité la Basílica de regreso de Teotihuacán, llovió todo el día, volví con las zapatillas empapadas, no se secaron y las terminé dejando acá. Ok, sí, sólo me faltaban dos días para volver a casa, pero no es un buen antecedente.

Memorial de la Matanza de Tlatelolco 

Tlatelolco prehispánico y colonial 

Basílica de Guadalupe

Monumento de Juan Diego, el obispo y la aparición de Guadalupe

Vista desde el Cerro Tepeyac

Interior de la Basílica moderna