jueves, 31 de diciembre de 2015

Cómo preparar una tarta (con un gateador en la casa)



Antes de ser madre, la receta era

* Compre (o prepare ud. misma) las tapas de pascualina, la verdura, los condimentos, los huevos, el queso y un vinito blanco. No se preocupe por los gastos, la plata alcanza.
* Prenda el horno.
* Abra el vino blanco, previamente refrescado. Sírvase una copa y ponga Aspen.
* Prepare en un bowl la espinaca, el puerro, la cebolla y el ajo. Unifique con un huevo y condimente a gusto.
* Corte los pedacitos de queso y acomódelos con ternura en la base de la tarta, mientras canta una balada éxito de los años 90.
* Vierta la mezcla, emprolije, ponga la otra tapa, haga el repulgue.
* Tome otra copa de vino.
* Pinte la tapa con huevo, haga agujeritos en la misma, mande al horno. 
* Salga al balcón a conversar y tomar vino. Planifique un viaje, una salida al cine o una escapada romántica de fin de semana.
* Retire del horno y disfrute. 

Nueve meses después de ser madre, la receta es

* Compre todo lo más pre-hecho posible. Chequee en el supermercado el precio de los pañales y haga la cuenta a ver si conviene comprar allí o en la pañalera.
* Llegue a su casa y tómese un vaso de agua, no se vaya a deshidratar, que el alerta de calor no es sólo para su hijo.
* Deje a la criatura frente al televisor. Haga una barricada en la puerta del balcón para que no salga.
* Prenda el horno.
* Refuerce la barricada.
* Deje al niño frente al televisor. Esta vez asegúrese de que haya dibujitos con colores flasheros y voces agudas. Canturree desde la cocina alguna canción infantil.
* Pique una cebolla. Asómese al comedor donde dejó a la criatura y sáquelo de arriba de la barricada. Cambiéle la remerita, que se la dejó toda con olor a cebolla.
* Deje la otra cebolla, con una es suficiente. Pique un diente de ajo.
* Asómese al comedor. El niño está entretenido, tiene tiempo.
* Tire todo en un bowl así como viene. No rehogue nada, no es necesario. Mezcle todo con un huevo. Lávese las manos, que enchastrar al pibe con huevo es un asco.
* Aplaste un pedazo de queso y viértale el relleno encima.
* No es necesario que se asome al comedor. Encontrará al niño colgado de su pollera con una mano y abriendo el tacho de basura con la otra.
* Saque al niño de ahí. Sáquele la remera que la llenó de olor a ajo. No es necesario que le ponga otra.
* Consiga un tupper, tacho irrompible o botella de plástico vacía para entretener al niño. No, el cuchillo con el que picó la cebolla no es opción. El palo de amasar tampoco.
* Arme otra barricada entre el niño y el horno. 
* Ponga al niño en el pasillo y diviértase repulgueando la tarta mientras lo ve pasar de una punta a la otra a toda velocidad gateadora.
* Agarre al niño, llévelo al comedor, ponga el noticiero, indígnese con un nuevo decreto de Macri mientras juega con su hijo.
*Vuelva a la cocina y meta la tarta en el horno, que se olvidó de lo más importante.
* Tómese un vaso de agua. Sueñe con tirar abajo un par de paredes y cambiar el parquet por goma eva para convertir su casa en un gran departamento gateable.
* Duerma la siesta con su hijo un rato. Intente despertarse antes de que se queme la tarta. 
* Retire del horno y disfrute. O algo así.

p.d. Si se desanima, recuerde que de a poco se acostumbrará a cocinar con un hijo movedizo en la casa. Y, quién sabe, tal vez el niñito termine en MasterChef. 



lunes, 21 de diciembre de 2015

Tres trimestres

Casi 9 meses. Tres trimestres. En nuestro caso, tres estaciones del año. Hoy, 40 semanas del nacimiento. Distintas formas de medir el tiempo que Fabri lleva con nosotros. Decir que fueron nueve meses intensos y agotadores es repetirme, pero realmente son las primeras palabras que se me vienen a la cabeza. 
 
Como dije en algún otro post, el tiempo corre distinto cuando llegan el embarazo y el bebé. Las noches se hacen largas, las siestas del bebé parecen cortas, las horas de fiebre son eternas. El balance del año que hace todo el mundo en diciembre es, para mí, el balance de los últimos nueve meses. Los primeros tres forman parte del calendario de 2015, pero son parte de otra vida. Es cierto que en ese momento todo estaba en pausa, ya no había mucho más por hacer que esperar, preparar la habitación de Fabri, hacer el curso preparto y lagartear con una panza cada vez más grande bajo el ventilador. Después, todo cobró un ritmo vertiginoso y acá estamos, arrancando el verano de nuevo, con un bebé de 10 kilos que ya empieza a gatear, a balbucear y a querer pararse. Y todo eso pasó dentro del mismo calendario. 

La vida se da vuelta. Es un cliché decir que las prioridades se transforman pero es así. El recuerdo de la vida AF, Antes de Fabri, es cada vez más lejano. No es una vida ni mejor ni peor, es una vida completamente transformada, una vida actual con menos autonomía y más responsabilidades, con más desafíos y menos tiempo libre (¿qué era eso?), con menos rutina y más descubrimientos y novedades cada día. Es una vida que te saca totalmente de la "zona de confort", entrás en un territorio incierto donde casi todas las certezas se derrumban. "Cuando tenga hijos no voy a dar la teta en público" decía, o "desde chiquito a su habitación así se acostumbra" (jaja, qué ilusa). Y también es una vida donde las pequeñas cosas se disfrutan mucho más: las cosas sin hijo, como ir en el subte escuchando música o mirar un ratito de tele, y las cosas con hijo, como llevarlo a la plaza, darle un juguete nuevo o hacerlo dormir mientras le canto una canción (el último hit fue "Wake me up when september ends" de Green Day, aunque yo hubiera querido cantarle "Fall asleep before the year ends", ja!). 
 
El otro día estaba mirando el programa del mediodía de Telefe, y no recuerdo a qué actrices estaba entrevistando Rozín. En eso les preguntó "Ustedes, ¿cuándo se sintieron mamás?" y me quedé pensando en lo mismo, como si él me lo preguntara a mí (oh, la magia de la televisión, que nos acerca a los famosos como si nuestra vida y la de ellos fuera equivalente!). En fin... me quedé pensando y se me ocurrieron las respuestas básicas: "¡cuando ví el positivo!", "¡cuando dio su primer patadita en la panza!", "¡El momento en que nació!". Pero en mi caso ninguna de estas respuestas se aplicaban. Recuerdo que en el sanatorio vino una enfermera y se refirió a mí como "mamá", algo así genérico como "¿Cómo se siente la mamá?" o "Vengo a tomarle la presión a la mamá", y mi hermana estaba emocionada: "¡Te dijeron mamá!". Pero aún así tampoco me sentí de todo mamá en ese momento. Recuerdo también una tarde de invierno, de esas grises y frías, en que cansada del encierro salí a dar una vuelta con el bebé, ya de cuatro o cinco meses, envuelto en muchas mantitas y bien abrigado con esas pilchas de plush que los hacen parecer un osito de peluche estampado. En medio del paseo él se puso a llorar muy sacado y me fui a una plaza vacía (¿quién iba a ir a la plaza en un día así?) a darle la teta. Se calmó, lo arropé y seguí paseando. Pero en ese momento me pegó el bajón, el que creí que ya se había ido, el que cada tanto vuelve: "¿Dónde quedó mi vida? "¿Por qué en esta tarde apestosa no estoy en un café leyendo un libro?" me preguntaba. Ahí me sentí mamá, pero mamá bajón.  Me sentí un poco "ahora soy mamá", tal vez, el día que decidí rechazar un trabajo muy copado porque me quedaba lejos y el corazón se me desgarraba mientras el bondi buscaba abrirse paso, sin suerte, a muchísimas cuadras de casa. Y me sentí otro poco mamá el día en que, en otro trabajo nuevo, un alumno me preguntó "Profe, usted tiene hijos? Tiene cara de mamá!" (seguro que el chupamedias quería aprobar, pero ahora que lo pienso fue uno de los pocos pibes que terminó en diciembre).
Volviendo a la pregunta de Rozín, creo que me "sentí mamá" en ese mismo momento en que miraba la tele, donde mientras Fabri jugaba en el piso con sus chiches me quedé masticando esa duda en la pregunta que él le hacía a las actrices... y la respuesta la encontré ahí, en la rutina compartida, en pasar tiempo juntos, en cambiarlo, cuidarlo, alimentarlo pero también en mirar juntos la tele, en contarle cosas aunque no sé si las entiende, en salir de paseo con él a pesar de las dificultades logísticas, en hacerle cosquillas y en llorar de emoción cuando gatea por primera vez (y pegar un salto porque con el gateo encara directo para el ventilador). Digamos, encontré la respuesta en estos nueve meses, en ir habitando el mundo de una forma distinta, novedosa, transformada... En fin, seguro que si hubiera estado en esa mesa siendo entrevistada Rozín me habría dicho "andá redondeando piba, que arranca el noticiero y salimos del aire", pero este es mi blog y me extiendo todo lo que quiero :D

Nueve meses, tres trimestres, cuarenta semanas, el tiempo que llevamos juntos con nuestro hijo en casa, fuera de la panza, aprendiendo día a día de qué se trata todo esto. Y así se va 2015, el año en que nació nuestro hijo. 


miércoles, 11 de noviembre de 2015

Una madre siempre sabe

Una madre siempre sabe

Hace mucho tiempo, una era atrás, antes de Fabri, antes de siquiera pensar en tener hijos, ya me molestaba el modelo publicitario de mamá. No sólo el de mujer siempre divina, siempre preocupada por la estética y la limpieza, sino en especial el de las madres: las madres publicitarias, las madres que además de estar siempre divinas y siempre preocupadas por la estética y la limpieza están preocupadas por sus hijos, sus tesoritos, sus milagritos, y dan todo por ellos. Una publicidad de algo así como un yogur o un jugo o alguna galletita cerraba con la frase "Una madre siempre sabe". Las madres saben todo, saben lo que quieren sus hijos, saben qué es lo mejor para ellos y obviamente saben dónde comprarlo al mejor precio. Las madres nunca se enferman (si lo hacen, aquí hay una droga para que puedan seguir siendo mamis productivas, o trabajadores productivos), las madres están neuróticas por la limpieza (si una mujer "es" neurótica, una mami lo es más, porque no sea cosa que los hijos se enfermen con *voz terrorífica* GERRRRMENES), o de última algunas otras madres más copadas dejan que sus hijos se ensucien porque la ropa quedará impecable (pero obvio, porque ensuciarse hace bien, entonces de fondo siempre es lo mismo, nos preocupamos por ellos y sólo por ellos).

Y luego llegó la era Después de Fabri, y si antes me había molestado eso de "una madre siempre sabe", luego fue peor. Se nos vende desde pequeñas que ante el nacimiento y la maternidad nos inunda un torrente de amor infinito y nos iluminamos con una sabiduría ante lo que nos espera. Nada que ver. Lo del torrente de amor puede que ocurra o puede que no... lo más probable es que ese amor se vaya despertando de a poco, y porque estamos dispuestas a que ese amor despierte (porque tenemos ganas, porque lo esperamos, porque lo soñamos a veces nueve meses, a veces menos y a veces más). Día a día nos encontramos con noticias horripilantes de niños abandonados, que son el extremo opuesto, que nos muestran que una madre no siempre ama. Y una madre no siempre sabe... la mayoría de las veces sabe muy poco. Pero en general está dispuesta a aprender. 

Hay muchas personas que nos van enseñando cosas, muchas a las que les hacemos menos caso de lo que quisieran, y muchas que quieren enseñarte de prepo dando consejos que no pedimos. Está bueno asumir nuestra ignorancia, saber reconocer los límites y decir "che, vos que tenés un pibe, ¿cómo hiciste esto / aquello?". No necesariamente todas las madres son nuestras aliadas. No todas pensamos igual ni actuamos del mismo modo, porque básicamente y por suerte somos todas distintas. Hay muchas "escuelas de pensamiento" en el mundo maternal y cada quien sigue la que quiere, la que puede o la que más o menos le sale (o una mezcla de todas ellas). Lo mismo ocurre con los pediatras, ya que no todos piensan igual ni el pediatra al que vamos piensa 100% igual a nosotros. Y lo mismo con las madres de otras generaciones, madres de la familia, suegras, tías, abuelas, madres de amigas... las escuchamos, tomamos algunas cosas, descartamos otras, cuestionamos las formas de crianza antiguas y buscamos la nuestra; está en cada una armarse de personas de apoyo ya que no podemos solas. No nacemos sabiendo, no nos inunda la sabiduría en la sala de parto, y vamos aprendiendo de a poco, entre todas, con otras generaciones, con la nuestra, con otras co-madres, las que elegimos o las que tenemos a mano. 

Si el mundo publicitario es un mundo de fantasías, la fantasía más grande es esa, "una madre siempre sabe". ¿Por qué sabe? ¿Porque le viene en los genes? ¿Porque le corresponde? ¿O lo que sabe la madre es porque mal que mal lo fue aprendiendo? ¿De quienes aprendemos?

En fin, en eso estamos... aprendiendo todos los días una tonelada de cosas nuevas, para ejercer sin pausa este nuevo rol. 

martes, 22 de septiembre de 2015

Chaac me habló al oído

Me tomo un recreo bloggero de los posts de maternidad para recuperar una anécdota de un viaje que hice hace ya ocho años. Es simpático hacer arqueología de mails y encontrarme con mi yo de hace ocho años, ver que aparecen cosas que no recordaba y otras que siento como si hubieran pasado ayer.

Hace ocho años estaba recorriendo México en un viaje turístico. Mi primer viaje sola fuera del país, nunca había viajado tan lejos ni tanto tiempo. Parte del paseo fue con un tour contratado, arrancando por Ciudad de México y bajando por Puebla, Oaxaca, Chiapas, subiendo por Campeche y Mérida hasta llegar a Cancún. Alto viaje. Luego me quedé sola, por mi cuenta, allí en Cancún y cerré el paseo con una semana más en el DF. El 21 de septiembre me encontró yendo a Chichén Itzá a ver el equinoccio. Por aquel entonces no tenía blog y aún le desconfiaba al Facebook así que llevé mi diario de viaje por mail. Encontré el mail que escribí ese día, al regresar del paseo. Acá lo comparto (lo refrito, más bien):


Hola a todos!! Feliz primavera!!
Bueno, este mail no va a ser tan jocoso como los otros porque hoy el día no estuvo tan bueno. Pero bueno, el diario del viaje es así, y era trampa si contaba solo los días buenos.
Desde ayer estuve en Cancún buscando una excursión o micro o algo que me lleve nuevamente a Chichén ítzá hoy o mañana, para ver el fenómeno del equinoccio de otoño. (como buen equinoccio, sólo sucede dos veces al año y hoy era el día indicado, aunque otros rumores decían que se veía mejor mañana 22,bueno... nadie informaba nada). Ayer a última hora conseguí una excursión para hoy 21/9. Allí fui.

Antes de llegar a la zona arqueológica fuimos nuevamente al cenote donde estuve anteayer. --> Este es el cenote
Estar dos veces en un lugar así de ensueño, es increíble. pero más increíble es la cantidad de gente que había hoy. Y en ese mar de gente y de micros y de "no te subas a otro micro" y "no llegues tarde que te dejamos" y etc... perdí la cámara de fotos con memoria y las 600 fotos del viaje y todo. --> Este episodio lo cuento acá.
Intenté recuperarla, llamé al lugar, pregunté, pero nada... Así que sólo tengo las 2 fotos que les mandé, las que me sacaron mis amigos de Santa Fe y las que sacaré desde ahora con la antigua y poco propensa a robos y hurtos cámara de rollo. (sí sí, esas donde no se ve al toque lo que uno saca).

Con mi bronca a cuestas una chica española se me acercó y me dijo que ella mesacaría fotos en Chichén itzá y me las mandaba por mail. Al menos para darme un consuelo... --> Spoiler alert: nunca jamás me las mandó y le perdí el rastro :-(
Rumbo al equinoccio. Como yo ya había visto la excursión me separé del grupo y recorrí por mi cuenta. El evento empezaba a "insinuarse" a las 15.00 pero se veía bien desde las 16.00 a las 16.45. (un juego de sombras hace que se forme la imagen de la serpiente emplumada bajando por la pirámide principal, busquen videos en youtube que aparecen). --> Acá encontré uno
Me senté con toda la loca energía, la gente vestida de blanco, todos ansiosos esperando el evento... hasta que a las 15.55, cuando apenas un pequeño triangulito apareció en la pirámide, PLAAAAAAAM lluvia torrencial. Pero torrencial posta eh!! Yo pensaba "bueno, es un chubasco que pasa pronto" pero no... estampida general hacia la salida. Y cuando estaba ahí yendo al centro de informes bajo techo PLAAAAAAAAAAAAAM otra vez: cayó un rayo. Ahí, al toque. Ví la explosión, el fogonazo, el ruido, hasta se nos pusieron los pelos de gallina por el cagazo y por la estática. La gente corría, pensaron que había sido un atentado (hubo uno en Morelia hace una semana, en los festejos del día de la independencia). Nada lindo. Ahí me olvidé de la cámara y de todo y dije "puf, bueno, lo mío no fue tan grave". Hubo algunos heridos, por suerte dicen que nada más que heridos, y mucha gente nerviosa. Aquí la primer noticia que encontré: http://www.eluniversal.com.mx/notas/540209.html 

Chaac es el dios de la lluvia. Y pa mi que a los dioses de esta zona no les gustan los turistas. Ya que a las 5 de la tarde, cuando el fenómeno había pasado... dejó de llover. No sé si salió el sol, pero dejó de llover un rato. Y todavía asustados por el cagazo del rayo, emprendimos el regreso.

Bueno, conclusión, un día de bajón total. Pero como siempre que llovió paró, mañana me voy a Tulum y me asolearé en playas ancestrales.
Ya estoy extrañando algunas argentinidades básicas. el mate, más que nada. Quiero mate!!!!! Y bizcochitos! las cosas dulces por aquí no son muy ricas.  ¿volvio peter capusotto? quiero comer milangas cuando vuelva.

Ah! ayer estuvo Maradona aquí en Cancún con su showbol!!!!!! me enteré hoy, cuando lo ví en la tapa del diario cancunense. Ja!
Estoy agotada así que me voy a torrar, esperando tener mejores noticias mañana.
Abrazo grande a todos!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!


lunes, 14 de septiembre de 2015

Cansancio

Tengo las ideas para este post dando vueltas por la cabeza hace tiempo... pero estaba demasiado cansada como para sentarme a escribir.

Muchos hablan de que al ser madre una siente un amor nunca sentido antes en la vida. Tal vez el amor maternal sea algo cualitativamente distinto de todo lo conocido, pero para mí lo más desconocido fue el cansancio. Puedo afirmar con certeza que nunca había sentido este nivel de cansancio en mi vida. Pasé horas estudiando, estudiando y trabajando, haciendo tareas del hogar, viajando mucho y durmiendo poco, madrugando, mudándome, haciendo deporte. Esto es totalmente nuevo.

Ya en el embarazo el cansancio fue uno de los primeros síntomas. Antes de las náuseas, de los dolores pélvicos, mucho antes de las contracciones, lo que sentía era un cansancio total. Como un apunamiento. Había una fuerza en el sillón que me atrapaba hacia abajo, y otra proveniente desde el techo que me empujaba y no me permitía levantarme. Las primeras semanas fueron de aniquilación total. Nunca pensé que fabricar un humanito podía ser tan agotador, aún haciendo "nada" desde un punto de vista "productivo", sin limpiar la casa, laburando poco, descansando mucho.

Ni que hablar del día que nació. El cansancio que sentí tapaba cualquier otro sentimiento. Por suerte de a poco fue pasando y cediendo para cosas más lindas.

Y luego... el día a día. El día a día con un bebé que demanda el 200% de nuestra energía física y mental de una. Dar la teta. Dormir entrecortado. Hacer cosas. Porque muchos te dicen "cuando el bebé duerme vos dormís". Pero también hay que tener ropa limpia (para él y para una), cocinar (no se puede vivir a delivery), cambiar las sábanas, comprar los pañales (y al principio hacer cinco cuadras hasta la pañalera y volver se siente como correr una maratón)... En muchos casos una aprovecha que el pibe se durmió para hacer todo eso. Y adiós "cuando el bebé duerme vos dormís". Además, no siempre tenemos sueño al mismo tiempo que el niño. Y por último, necesitamos un poco de ese ratito de silencio cuando está dormido para hacernos un té, buscar algo rico para comer y tirarnos en el sillón a mirar una novela (o al menos diez minutos de una novela).

No es que los bebés no duerman. Duermen, bastante. Pero en sus propios horarios. Cuando quieren. Entrecortado. Tres horas y teta. Dos horas y pañal. Siestita de 20 minutos (alcanza para poner el lavarropas, lavar los platos, poner agua para unos mates y listo). En los primeros días llegué a llorar de sueño, pidiéndole a mi marido que me abrace y sollozando "tengo miedo de que no se duerma nunca más". En algún momento él, mi hermana o mi mamá se ocupaban de hacerle upa al niño y dejarme dormir. Gracias, gracias por esas gloriosas dos horitas extras que me regalaban. No por nada dicen que los padres hacemos lo que sea, creemos en el dios que sea o en el consejo que sea con tal de dormir un rato más. El cansancio te gana, literalmente.

Tal vez los bepis se duerman dando un paseo, pero durante ese paseo nosotras tenemos que estar despiertas, ya sea para manejar el auto, para indicarle al tachero que no se mande por cualquier lado o para empujar el carrito, que no llegaremos solos desde la plaza hasta nuestro hogar. Por suerte al pasear el carrito la gente mira a los bebés y no a nosotras... si no seguro se asustarían de nuestras caras de zombis. Dicen que en algún momento se regulariza. Ya veremos.

El bebé crece. El mío ya tiene cinco meses. Duerme más de noche y alguna siesta de día. Como yo empecé a trabajar fuera de casa se fueron adecuando sus horarios, se levanta temprano y se duerme temprano. ¿Ocho horas de corrido? Naaaaah, olvídense. Al estar más grande, a las tareas de siempre se agregan nuevas: estar sentada con él en el piso (todo bien, pero qué difícil es pararse), hacerle upa (cada vez pesa más), jugar, cantar, saltar. Y eso que todavía no arrancó a comer. Ni a caminar. Ni a... bueno... eso... mejor no pensar todo lo que se viene.

Al principio describí este cansancio como un cansancio sin estrés, sin la locura de lidiar con un jefe desquiciado o con un viaje en tren en hora pico. Es un cansancio distinto, que te tira en la cama apenas te acostás. Lo desesperante es nunca saber qué clase de noche te va a tocar: si dormirá mucho, si será dormir-tetear-seguirdurmiendo, si se despertará llorando como un sacado, si al despertarse a las 4 am lo hará con ganas de jugar, si a las 4.30 tendrá un episodio de [inserte enfermedad infantil aquí] y te desvelarás... cada noche puede ser una gran aventura. Un día te despertás, mirás el reloj, ves que son las 6, recordás que la última vez que se levantó eran las 23 y te dan ganas de salir a gritar al balcón en piyama SIIIIIIIIIIIIIII, HOY DORMIMOS!!!!!!!!!!!!!!!

Lo más lindo, definitivamente, es tener la suerte que tuve yo recién: abrazarlo, que caiga palmado y dormir una hermosa siesta con él, con un aire suave entrando por la ventana y obviando los ruidos del mundo exterior. Una siesta, eso que me permitió llegar hasta las 17 hs sin agotarme.

viernes, 7 de agosto de 2015

Lactancia

Estamos en la Semana Mundial de la Lactancia Materna. Entiendo que en medicina suelen usarse los "días de", "semanas de" y "meses de" no para hacer regalitos al que tiene esa enfermedad o hace esa práctica (ufa!) sino para desarrollar campañas de salud pública, difusión, concientización, etc. Bueno, yo no soy quien para concientizar a nadie ni hacer divulgación científica sobre algo que no conozco más que por mi experiencia. Simplemente  la fecha me pareció buena excusa para volcar algunas ideas sobre esto de dar la teta. [Para ver con humor el lado masculino del asunto recomiendo este video de Ser Padre Es Medio Una Poronga]

***

Como ya conté acá, dar la teta puede ser bastante asqueroso. Mientras el niño toma de una la otra chorrea, o tal vez se le desborde por los costados de la boca, o tal vez él duerme plácidamente pero una, en lugar de dormir feliz ("aprovechá para descansar cuando el bebé duerme", sí, claro), tiene que sacarse leche para evitar dolores o inflamaciones o desbordes... Y como ya conté acá, lograr dar la teta con relativa facilidad (en vocabulario técnico: instalar la lactancia) es un trabajo a veces arduo y que requiere compañía y ayuda. No es fácil, pero nadie te lo dice. Lograr la comodidad y tener cancha para amamantar requiere de trabajo, esfuerzo y ganas. Esas ganas que muchas veces son auténticas pero muchas otras están influenciadas por el discurso omnipresente de dar-la-teta-es-lo-mejor-del-mundo. No niego que la lactancia materna tenga muchísimos beneficios, no soy nadie para explicarlos o repetirlos, pero es cierto que una se siente muy abrumada y que el dar-la-teta-es-fundamental-para-su-futuro-empezá-ya puede ser más abrumador todavía. Por eso mismo y recordando mis primeros días comparto lo que aprendí: paciencia, mucha paciencia de una para consigo misma y para con su hijo, y paciencia de los demás para con una.
Aprovecho para dejar un saludito para las puericultoras de la Suizo Argentina que me tuvieron toda la paciencia y más. Son unas genias.

***

Una vez que está instalada la lactancia (fua! qué vocabulario que manejo) la teta y lo que hacemos con ella se vuelve un asunto público. Una vez me encontré conversando con un señor mayor en el bondi sobre si le doy el pecho o no, si además le doy mamadera, si me saco leche con el sacaleche, cuánto tiempo tomaron el pecho sus hijos, si su nuera da el pecho o la mamadera (porque los señores dicen "el pecho", no "la teta") ... ¡Estoy hablando de MIS tetas con un desconocido! Jamás lo habría imaginado.
A medida que adquirimos práctica vamos acostumbrándonos a alimentar al bebé en cualquier lado. En el taxi, por ejemplo, con la campera y la mochilita y el bolso y dando indicaciones al tachero por qué calle ir (¡Señor! ¡Estamos en Flores! ¡Esta no es Av. Corrientes!). O sentada en el pilar de un farolito en la calle, intentando taparme un poco para que el trapito de la cuadra no mire. O en un restaurante, pero eso me da cosa, porque a ver si todavía el bebé vomita y bueno, será natural y todo pero es un asco. 
Lo más loco que me pasó fue en mi primer teteada en el espacio público, en la puerta del Recoleta Mall. Me acomodé con el bebé, me senté en un banco de plaza y mientras mi marido compraba algo yo me quedé ahí, teteando. Un flaco que hacía la fila para sacar entradas para el Bafici se acercó, se sentó detrás mío al lado de un árbol, y me empezó a mirar. Me dio miedo que quisiera afanarme, y habría podido hacerlo: yo con el pibe prendido y aún con los puntos y los dolores no podía moverme mucho. Pero no... así como quien no quiere la cosa apuntó con su celular para donde yo estaba y clic. Habrá sacado un par de fotos y se fue, lo más pancho. ¿Las habrá subido a Instagram? ¿Le habrá parecido tierno, cool, un horror? Sea como sea me sentí incómoda. La posibilidad de sacarle fotos a cualquiera en cualquier lado es algo que no me gusta de la modernidad 2.0. Una no tetea en público por exhibicionista ni por polémica! ¡El pibe tiene hambre, qué andás sacando fotos!?

***

Antes de que naciera mi hijo leí esta nota de Revista Anfibia. Lo que más me gustó fue esta frase hablando sobre los primeros días como madre y como amamantadora: "aterrizas, torpe, en un universo que sospechas, pero desconoces, y sólo cuando estás ahí, envuelto en una nube espesa de preguntas, empiezas a dudar de tu capacidad para encontrar las respuestas." En una madrugada de desvelo y recordando ese escrito me puse a tomar notas. (A pesar del cansancio, también hay desvelos. Otra vez, "dormí cuando el bebé duerme" no siempre funciona). Algo me hacía ruido. Ahí estábamos, Fabri y yo, tres meses de lactancia exclusiva (pero con pezoneras) luego de unos primeros días de jeringuitas y leche de fórmula. Pero algo me hacía ruido. "¿No podés dar sin pezonera?" me decían. "No, no agarra". "¿Pero no intentaste sacárselas?" "No sé, no sé si quiero, con esto se prende, ya no quiero ponerme más presiones, si le sirve así buenísimo". Las pezoneras son  súper útiles, pero son un rompedero de pelotas (o habría que decir "un hinchadero de mamas"?): hay que limpiarlas bien, hay que tener una a mano cada vez que él quiere comer, no tengo que olvidarmelas. Recuerdo una de las primeras visitas a la casa de mis viejos con el bebé. Me olvidé las pezoneras. Me dí cuenta cuando el bebé lloraba y tenía hambre (La peor pesadilla: ¡soy una mala madre!). Mi mamá y la vecina fueron rajando a la farmacia, compraron unas y santo remedio. Rompen las pelotas, pero alimentan a mi hijo. Así que basta. Aguanten las pezoneras.
Un tiempo después, él mismo me la saca y se prende solito. Chau pezoneras. Gracias por los servicios prestados. Pero algo me sigue haciendo ruido. Cuando digo que vamos cuatro meses de lactancia exclusiva (y sin pezoneras!) me felicitan. Y ahí está... eso me molesta. Pensar en lactancia en términos de "éxito". Dar la teta y no caer en la tentación de la mamadera, y no quedarnos sin leche, y no bajar los brazos cuando empezamos a trabajar, es considerado "lactancia exitosa". Me molesta porque la contracara de eso es el fracaso... y el temor al fracaso. Siguiendo esta línea, fracasar en la lactancia es fracasar en lo más importante que tenemos para darle a nuestro hijo. Como si las mamás no tuvieramos suficientes temores o inseguridades. Lo peor es que esto nos lleva a pensarnos más exitosas (o sea: mejores) que esas que por equis motivo no dan la teta, o dan la teta y la mamadera. En lugar de apoyarnos entre "mamis" desconfiamos de las otras (como esa publicidad de aerosol antibacterial donde una mami desconfía de otra que deja que su hijo se ensucie y toque todo). Cada una hace lo que puede. Está bueno darnos ánimos y consejos en lugar de juzgar al otro, colaborar en vez de competir, rodearnos de gente que nos apoye y acompañe y tratar de que el resto nos resbale un poco. Llámenme idealista pero en un mundo tan competitivo no quiero que la crianza de mi hijo también sea una competencia.
Tal vez peque de optimista o de ingenua. Pero si hay algo que me hace ruido, que me molesta, es cuando los demás opinan sobre la vida de uno, cuando creen hacerlo desde una posición de autoridad y lo hacen con condescendencia, cuando consideran que su forma de ser es la mejor y la única. Y más aún, cuando ese discurso está dirigido a las mamás (y un poco menos a los papás). Todos creen tener LA POSTA de cómo criar a los hijos... en especial a los hijos ajenos, claro está. 

Deseo que la lactancia a demanda no signifique "a costa de la vida de la madre", que demos la teta porque nos gusta, no porque "hay que" dar la teta y entonces andamos entristecidas y agotadas pero "exitosas" lactantemente hablando. Que no necesitemos andar explicando cómo alimentamos y cómo criamos a nuestros hijos.
Como comenté en mi Facebook parafraseando a un texto que andaba circulando por ahí, doy la teta porque está buenísimo, porque me sale, y porque me mata de amor cuando la busca con su mano o con su nariz, o cuando la suelta, me mira, se mata de risa y sigue tomando. Porque como todo, es una etapa que pasará y que espero disfrutar lo más posible. ¿Cuándo dejaré de darle teta? No tengo idea. Ya veremos, sobre la marcha, como todo.

viernes, 26 de junio de 2015

Aventuras en el transporte público

En la ciudad se viaja cada vez peor. No me vengan con innovaciones locas: los bondis están llenos, demoran cada vez más en venir, en el subte estás ensardinado y el tren tarda un huevo Ni que hablar si además estás embarazada y querés viajar en colectivo, o si estás con el bebé de este lado del mundo y tenés la alocada idea de moverte más allá de un par de cuadras de tu casa. Salir a la jungla urbana con la panza o con el pequeño es una gran aventura: la ciudad es un ecosistema no apto para pequeñitos.

Además, dentro de casa o en entornos familiares una está (o debería estar) bastante contenida y mimada. Pero puertas afuera pasamos a ser una embarazada más, o una mina con críos más. Y eso puede generar dos cosas: una inusitada ternura por parte de la gente que te va a dar charla (y para los que traer hijos al mundo es lo más maravilloso que puede haber), o malísima onda por parte de otros que se hacen los dormidos, los indiferentes o los contestadores (como si traer un hijo al mundo fuera una afrenta a su relajada y adulta vida). Una agradecería generar indiferencia, pero eso casi nunca ocurre. O sólo pasa en la zona roja de embarazadas, esa región por Facultad de Medicina y alrededores llena de hospitales, sanatorios y consultorios donde brotan las panzas en cada esquina y nadie se emociona con una gorda más.

Teóricamente, todos los colectivos y subtes tienen asientos reservados para personas con movilidad reducida: viejitos, discapacitados, embarazadas y gente con bebé a upa. En la práctica, estos asientos son usados por todo el mundo, lo que no está mal, por supuesto, siempre que al llegar una persona con prioridad pueda conseguir su lugar, lo que no siempre ocurre. De todos modos, lo peor es cuando esa persona-con-prioridad se encuentra con otra persona-con-prioridad. ¿Quién define quién tiene más prioridad? ¿A partir de qué momento del embarazo una mujer empieza a reclamar su asiento? ¿A partir de qué momento se considera que una viejita es una persona prioritaria?

¿Qué hacer cuando todos los asientos prioritarios están ocupados? Un duelo de miradas es la posibilidad, y se puede llegar a arengar a la multitud viajera para que termine de decidir. Llorar es otra opción, y más estando embarazada (ay, las hormonas). Gritar es otra, reclamar e indignarse por lo mal que está la sociedad (las viejitas seguro se suman en esta opción). Pero la más saludable es, a veces, dejar pasar el bondi y esperar que venga otro (cuando sos persona prioritaria aprendés a esperar más). Una buena opción es evitar las horas pico; pero no siempre se puede, en ese caso no queda otra que apechugar y mandarse en el transporte que corresponda. La opción de lujo es tomar un taxi, y en un punto te acostumbrás a considerar ese gasto como parte del presupuesto (total estás ahorrando en salidas nocturnas, en bebidas alcohólicas y en todas esas cosas divertidas que antes se llevaban tu dinero).

Muchas veces la gente es amable. Si el asiento necesario está ocupado se levantará sin chistar, o chistando muy bajito, y una agradece el gesto y todos viajan felices. La mayoría de las veces los amables y buena onda son los jóvenes, adolescentes que salen del colegio y que no tienen drama en ofrecer su lugar. Lo más probable es que en el asiento de al lado haya otra futura mamá o mamá reciente o una viejita, y que te den charla aunque no quieras. "¿De cuántas semanas estás?" "¿Va a ser nena o nene?" "Qué bonito, cuánto pesó al nacer?" "Qué lo parió, este gobierno de mierda que..." (nunca faltan!). Puede que hasta incluso toquen tu panza o la cabeza del nene. Juira!

En otros casos, la gente es mala onda. Me pasó una vez: en un 34 tuve que pedirle el asiento a una señora que viajaba con su hija de unos once años (ahí también nos preguntamos ¿hasta cuándo un niño es prioritario?); la mina me lo dio pero empezó a limarse las uñas parada al lado mío, con lo que toda su onicomugre caía sobre mi ropa (¡sobre mi camisa negra recién planchada!). Un verdadero asco. Me pasó otra vez: Los primeros cuatro asientos del 49 estaban ocupados por señoras mayores, pero en los dos restantes, mirando para atrás y al lado de la puerta, había un tipo de unos cuarenta años y su hijo de unos diez. Me acerqué, les pedí el asiento, exhibí mi panza de seis meses con ropa liviana de verano (o sea: se notaba)... nada... por favor, me dan el asiento... cri cri... ¿no me darías el asiento? ... miraban al piso, hablaban entre ellos. Al adulto ni siquiera se le ocurrió mentirme un esguince o un dolor de rodillas. Me fui al fondo del colectivo y le pedí el asiento a un flaco que iba re pancho escuchando música; mientras el bondi avanzaba perdía mi fe en la humanidad.

La fe en la humanidad me volvió unos días después, en un 114 cargadito volviendo de Devoto. Miré entre los asientos reservados y una señora con cuello ortopédico me dijo "vení, sentate acá que ya bajo". Mientras el bondi frenaba hice lugar para que pase la señora, y en ese interín de maniobras vino a toda velocidad desde el fondo una mina escurridiza, bajita, pensé que era una nena, a sentarse en "mi" asiento. "Chau, cagué", pensé, "a retomar la campaña y pedir otro lugar". Y en un segundo un señor que estaba parado la vio venir, la frenó tapando el camino cual patovica amargo y le dijo "MO-MEN-TI-TO. Este asiento es para la chica". La ciudad también está poblada de héroes anónimos.

Cuando el niño nace ya no hay que cargar sólo con la panza y la cartera, sino también con el niño enmochilado y el bolso lleno de cosas, tenemos una mano ocupada con la sube y otra sosteniendo la cabeza del bebé no sea cosa que se golpee. De a poco, con el pasar de los días y de los paseos, nos convertimos en esa mujer que antes nos parecía ajena: la mujer pulpo.

Cierro este post sobre aventuras en el espacio público (ampliamos un poco el territorio) con una mención especial para Las Viejitas. Esas simpáticas señoras que nos tocan la panza, nos hablan de todo en el viaje aunque no les preguntemos, a veces nos reclaman el asiento sin darse cuenta del bombo o del pibe, y le tocan la cabeza, la nariz y las patitas a nuestra querida criatura... Una tarde, saliendo del curso preparto, me paro en una esquina para cruzar la calle y una ancianita que pasaba frenó, me tocó la panza y me dijo "querida, mucha suerte con tu bebé" (?!). Y ayer nomás, mientras paseábamos en carrito por la calle, otra ancianita más ancianita que la primera caminó bastante hacia mí, me tocó del brazo, me hizo frenar y me dijo "Dale, mostrame a tu hijo". "Ahí, está, dormidito" le dije sin hacer contacto visual y a toda velocidad salí rajando. Y me convertí en otra persona, hasta ahora, totalmente ajena: la NoSeMetanConMiHijo. Guarda, parece una mina jodida.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Las fotos que no sacamos

Quienes me tienen de contacto en Facebook pueden ver que los estoy inundando de fotos y anécdotas de mi hijo: les cuento cuánto crece, cómo se porta, cuánto duerme, subo fotos hasta de su primer visita a la peluquería... Durante el embarazo estuve igual, a full con las fotos de la panza y las anécdotas de la vida cotidiana.
Pero el embarazo y el puerperio tienen muchas situaciones poco fotografiables, ya sea porque son escenas feas o delmal gusto o porque ni da agarrar la cámara o el celu en esos momentos. Cada vez hay más publicaciones, revistas, libros, series, blogs, etc... que comentan estas cuestiones, el "lado real" de la maternidad, así que no vengo a decir nada nuevo, pero en estos días fui armando mentalmente, en momentos de relax (léase: mientras me ducho) mi lista de escenas-no-fotografiadas. La mayoría tienen alto contenido escatologico que puede afectar su sensibilidad.

* Durante la búsqueda del embarazo, además de las situaciones xxx que no detallaré porque mis padres me están leyendo, me lo pasé perfeccionando un deporte de alto riesgo: hacer pis en palitos (o en bandejitas, dependiendo del modelo de test elegido). Mañanas de test de ovulación primero (que a efectos prácticos funcionan como el test de embarazo, haciendo pis en un cosito que después cambia de color con el resultado) y mañanas / tardes o noches de tests de embarazo después... momentos en que estamos lejos de volcar prolijamente un líquido azul y dejar a la esperante con carita de tranquilidad y confianza en el futuro. Más bien estamos ansiosas por mear después de 3 hs de retención de líquidos y con cara de cagazo, resignación, etc. donde los minutos de espera se hacen eternos. Momento en que dan pocas ganas de sacar fotos. [confesión: al positivo sí le saqué foto, pero no tanto como recuerdo sino más bien para mostrárselo al padre de la criatura cuando llegara y preguntarle si entendía lo mismo que yo].


* Confirmado el embarazo, hay que hacer varios estudios médicos. La ecografía donde escuchamos los latidos y vemos a nuestro hijo (o a algo que nos dicen que es un embrión pero solo vemos una manchita blancas sobre un fondo gris) es sólo uno de los estudios. Algunas parejas hasta sacan fotos o filman el momento. Pero en otras situaciones queremos las cámaras lo más lejos posible. La curva de glucemia, por ejemplo... no es nada terrible, pero está lejos de ser elegante: una extracción de sangre, un jugo asqueroso, dos horas de espera haciendo nada y otra extracción. Para ese entonces yo ya portaba una panza importante, mucho mucho hambre y  sueño y sentía que debía ser fuerte y no vomitar ese líquido ultradulce que hay que tomar. La técnica que me sacó sangre se acordaba de mí dos meses después, cuando fui al otro estudio, que no sólo incluía análisis de sangre sino también hisopado vaginal y anal... y requería nuevamente retención de orina. Con panza de ocho meses, agradecí no ser una panzona famosa con una banda de papparazzi esperando en la puerta. Rajemos del laboratorio lo antes posible y que nadie me vea con esta cara de desastre.

* Otro momento nada fotografiable (hasta la partera nos dijo "no me manden fotos") es ese en que chequeamos fluidos a la hora de ir al baño, en especial al final del embarazo. Cualquier cambio o modificación en la cantidad - color - textura nos dispara la pregunta "será que perdí el tapón?" o, más urgente "eso es pis o estaré rompiendo bolsa?".  Y no nos animamos a compartir la inquietud con nadie, ni con nuestro marido, que ya bastante se bancó hasta ese momento. Teniendo a la partera en el whatsapp se entiende por qué nos pide que no le mandemos fotos.

* Atravesado el parto, con lo agotador y crudo del momento, viene el postparto... ese momento en que tenemos que lidiar con el cambio más grande de nuestras vidas: la llegada del hijo, pero también las pérdidas, los puntos, la dificultad para sentarse si te hacen episiotomía o para pararse si te hacen cesárea, la hinchazón generalizada, la panza que no se va del todo pero que en lugar de estar tersa y tierna es una cosa fofa que no queremos ni tocar. Por suerte para ese momento todo el mundo está entretenido sacándole fotos a la nueva criaturita, y ante cualquier comentario podemos mandar a todos a la mierda alegando emoción violenta por desequilibrio hormonal (o como dice una amiga, "puerperio feroz").

* Si tenemos la suerte de que funcione y las ganas de hacerlo, los días posteriores al nacimiento estarán dedicados a la dar la teta. Hay campañas fomentando la lactancia materna que indican todos los beneficios que tiene, con fotos y gráficos de posiciones para amamantar muy adorables, de hermosa comunión entre madre e hijo. Lo que no se dibuja ni fotografía es el enchastre que se genera, al menos hasta que todo el asunto se regulariza: el pibe suelta la teta sin avisar y una queda chorreando, para evitarlo la próxima se pone una toalla pero en ese momento el pibe come de más y lanza un montón de leche sobre su ropita y en el piso, para lo que traemos además de la toalla una babita para limpiarlo, pero la vez siguiente duerme un montón y producimos de más y entonces nos mojamos la ropa, y entonces a la babita y la toalla sumamos un protector mamario, y para la vez siguiente ya nos resignamos a usar una "camperita de lactancia", es decir un buzo hecho pelota que no nos da pena mojar o que el niño vomite, y así...

* No sé si echarle la culpa a las hormonas, a las molestias de la cesárea, al reacomodarme en esta nueva vida, al cansancio, al enchastre lactante, o a todo junto, pero mis ataques de llanto (directamente proporcionales a la dificultad para dormir del bebé) son una postal bastante penosa de mis primeros tiempos maternales.

* El líquido azul de las publicidades de test de embarazo y toallitas femeninas vuelve a aparecer en las publicidades de pañales. De todo el universo publicitario creo que las de pañales son las más engañosas. No sólo no hay manera de que ese bebé baile ula-ula, tampoco hay forma de que duerman 12 horas porque "están sequitos" y no hay manera de comparar ese líquido azul con las cosas que suelen encontrarse adentro (o alrededor) de los pañales. Pero esto ya lo sabíamos, los bebés hacen pis y caca y se ensucian y ensucian otras cosas (su ropa, el cambiador, el agua de la bañadera) y es nuestra tarea como padres dejarlos limpitos.  Y tratar de dejar limpio lo demás que haya ensuciado. Aunque nuestro buen gusto nos impida sacarles fotos en esos momentos, se llevan gran parte de nuestro día.

* Lo más ridículo que me encontré haciendo fue no sólo ir al baño con la puerta abierta sino además hablar con el niño, que miraba el techo desde su sillita [léase con voz de "le hablo al nene con esa vocecita impostada que prometí jamás usar en mi vida"]: "ya hiciste caca vos hijo, ahora tiene que hacer mamá, que tiene ganas hace como una hora pero tenía que darte la teta". Si el pequeño pudiera hablar seguro diría "Demasiada información vieja, hacé tranquila, llevate una revista y dejate de joder".

viernes, 24 de abril de 2015

1 mes

Hace un mes salió de su primer hogar, de la cómoda panza de mamá, y llegó a este lado del mundo. Desde el primer momento vivió rodeado de abrazos y de gente que lo quiere. En este intenso mes tuvo que aprender muchas cosas... cómo comer, cómo lograr que le prestemos atención, que ensuciarse el pañal es un fastidio y que no dormir también lo es. Cada día está más despierto, aprendiendo y registrando cosas que ni imaginamos. Le gusta estar a upa, usar la teta de almohada después de comer y charlar mientras lo cambiamos. No le gustan los ruidos bruscos, como el que hacen las motos que aceleran de golpe, el desodorante en aerosol que usa mamá y los paquetes de galletitas. Cuando duerme tiene mucha paz y hace caras locas, a veces sonríe y otras frunce el ceño con fastidio.

Hace un mes llegó nuestro primer hijo y cada día se llenó de desafíos, cosas nuevas que aprender a cada momento y la dificultad de enfrentarlo todo con cansancio y saliendo de la operación. Debí reaprender de todo: caminar, subir las escaleras, bañarme, salir a la calle... pasado un mes ya estoy muy funcional otra vez. Y también tuve que aprender cosas nuevas, desde amamantar hasta cambiarlo, bañarlo y cortarle las uñas. Cada día hay pequeños triunfos cotidianos (que se prenda al chupete, que siga una voz con la mirada, que se quede despierto sin llorar) y bastantes obstáculos a superar, armados de mucha paciencia (enchastres en el cambiador, llantos sin solución aparente, no conseguir los pañales que queremos). En eso estamos... mientras el padre volvió a trabajar, llevando su estado zombi lejos de casa por varias horas, mi día está lleno de pequeñas tareas, siestas en horarios locos, malabares para agarrar el teléfono mientras doy la teta, etc. Cada vez que hablo con alguien no hago más que hablar del niño, del nacimiento, de mi cansancio y de lo difícil que es conseguir el Woolite para lavarropas (calculo que en algún momento volveré a tener conversaciones interesantes para el resto del mundo). Y cada noche me voy a dormir cayendo en la cuenta de que el que está ahí, en la cuna, haciendo ruiditos locos hasta dormirse, es nuestro hijo, el que tanto esperamos y que ya tiene un mes.

martes, 14 de abril de 2015

Frases célebres


Nuestro hijo ya tiene tres semanas, al menos en el momento en que comienzo a escribir este post (quién sabe cuándo terminaré). Estamos en pleno período de adaptación a esta nueva vida, con una hermosa y demandante personita en nuestro hogar. En los ratos libres donde no pienso en llanto/ teta/ pañal/ lavadoderopita/ planchadoderopita /quierodormir/ meduelelapanza fui recordando muchas de las cosas que me dijeron desde el momento en que quedé embarazada e identificando cuáles me sirvieron y cuáles absolutamente no. 
Ante una panza, y luego, si todo sale bien, ante el niño que emerge de ella, todos opinan y a una no le queda otra que escuchar... o huir del planeta. Todos opinan incluye hasta el vendedor de herramientas o el verdulero del súper chino. Algunas de esas frases nos quedarán dando vueltas en la cabeza y volverán, asomándose tímidamente entre los omnipresentes llanto/teta/pañaletc... que invaden nuestros pensamientos. Aquí comparto las frases que a mí más me resuenan, no diré los nombres de quién me lo dijo porque no siempre lo recuerdo, ja. 

"Cada embarazo es distinto", porque básicamente nosotras somos todas diferentes, y nuestros hijos también. Lo que le sirve o sucede a una persona no aplica para otra, y si en la vida en general no se puede andar generalizando, en un embarazo mucho menos. Hay que vivir y disfrutar (y dejar disfrutar) cada experiencia que, como tal, es única.

"Sólo te daré un consejo y es que no sigas ningún consejo". Así de contradictoria como suena la frase, encierra mucha verdad. Modificaría la frase un poco: sólo seguí los consejos que te sirven y/o son bienintencionados. Una tiene que confiar en lo que le dice su propio instinto y sentido común ante muchas cosas; aunque digan que el embarazo nos quema las neuronas, seguimos funcionando y pudiendo pensar por nosotras mismas. Está en cada una darse cuenta de cuándo te están diciendo una huevada y cuándo algo que realmente tiene sentido o utilidad, de cuándo tan solo la otra persona está haciendo catarsis de su propio embarazo/parto/m(p)aternidad (o simplemente siendo chusma de lo que le pasó a la hija de un vecino) o de cuándo está interesada en lo que efectivamente te pasa y/o necesitás. 

"Todos los días recuerdo el día en que nació mi hija" Esto me lo dijo una amiga hace mucho y me llamó la atención. No podía imaginar, hasta que me pasó, lo increíblemente intensa que es la experiencia de tener un hijo, los detalles que recuerdo, lo vívido de cada sensación. El olor a café que tenía mi marido cuando volvió a entrar después de que me pusieran la anestesia, el perfume que tenía el camillero que me llevó hasta el quirófano, la canción que había escuchado con mi hermana un rato antes y que sonaba en mi cabeza durante el trabajo de parto (todavía la escucho y me emociono), toda la gente comentando el frío que hacía en la sala y yo "ah pero yo estoy joya". Y obviamente la imagen del bebé saliendo de la panza, todo sucio y grandote, muy despeinado y chupándose el puño. Inolvidable. 

"No es más madre la que tiene un parto normal que la que tiene una cesárea." Fundamental para no sentirse angustiada o "menos" que las demás o lo que sea, siempre y cuando confiemos en los médicos que nos tratan y en que la decisión es la mejor tanto para la mamá como para el bebé. En los días previos leí tantas cosas sobre lo horrible y manipulada que es la intervención, en oposición al parto natural no-intervenido médicamente que decidí dejar de leer por las dudas. Y por suerte lo hice. También conocí gente que me habló de la buena experiencia que fue su parto por cesárea. Como dije más arriba, todas las mujeres, embarazos, partos y bebés son distintos y cada quien encarará el tema de forma diferente. Pero a la hora de criarlos lo que importa es el pibito o pibita que está ahí afuera, y no tanto cómo llegó hasta ahí.

"Hay que ponerle huevo a la lactancia" y "Las puericultoras son seres de luz". Estas dos frases me las dijeron dos amigas en dos contextos diferentes, pero van juntas. Porque una imagina que el pibe nace, del modo que sea, te lo traen todo limpito y en un momento inmaculado a los minutos del parto la criaturita se prende a la teta y empieza a alimentarse como corresponde. Los dibujos de "técnicas y posiciones de lactancia" muestran a una madre satisfecha y a un niño tranquilo y quietito. Suele ser un poco más difícil el asunto. No siempre el niño tiene hambre cuando nace, tal vez salga un poco descompuesto y no quiera saber nada (como le pasó a Fabri) y tal vez la madre quede tan cansada física y anímicamente que no esté en condiciones de agarrarlo (como me pasó a mí). Cuando vino por primera vez la puericultora (especialista en lactancia, o tetóloga como le digo yo) el cuerpo aún me temblaba tanto que me dio miedo agarrar al bebé y que se me cayera. Las dificultades para "prenderlo a la teta" siguieron durante varios días, y ahí recordé eso de "poner huevo": ante el primer pezón agrietado, bebé que no prende bien o cualquier otra dificultad dan ganas de enchufarlo a una mamadera y olvidarse del asunto (cada mujer decidirá cuánto, cómo y si realmente quiere dar la teta. La bajada de línea en este sentido también puede ser agotadora). Por suerte, en nuestro sanatorio teníamos todos los días la visita de una o dos puericultoras que nos ayudaban, con distintas técnicas y muchísima paciencia, a que el bebé finalmente se prendiera y pudiera alimentarse bien. Pero lleva tiempo y a veces se necesita ayuda. Cada vez que una tetóloga entraba a la habitación a mí me entraba un alivio enorme: como dijo mi amiga, son seres de luz. 

Una frase que llegó tarde pero que es muy cierta: las primeras 72 hs son las más difíciles pero nadie te lo dice. Dicho por una chica que fue madre un par de semanas antes que yo. Pasar del estado de letargo y espera de las últimas semanas del embarazo a la vorágine post-parto, recuperarse y tratar de ver qué hacer con ese niño que está, a su vez, intentando entender qué es esto de vivir fuera de la panza puede ser agotador y angustiante. Pero se atraviesa, con intensidad, y se sobrevive. O algo así :P

Seguramente hubo mucha gente que me dijo cosas piolas que me iré acordando, y cosas boludas que prefiero olvidar. El top del ranking de Bolufrases está ocupado por todas las relacionadas con el dormir: "aprovechen a dormir ahora" u "olvídense de dormir después". Pero como supongo que seguiré coleccionando bolufrases, prefiero dejarlo para otro post.


viernes, 13 de marzo de 2015

Capítulo I

Estamos llegando al final del primer capítulo de tu historia, el capítulo que vivís dentro de la panza de mamá, días de pataditas y movimientos cada vez más fuertes. En el mundo exterior nos preparamos para recibirte y tenemos muchas ganas de conocerte, saber cómo será tu carita, tu carácter y cada detalle de tu ser.

Empezamos a escribir este capítulo mucho antes de tu nacimiento, cuando con papá empezamos a soñarte y a esperarte. Decidiste llegar en tu propio tiempo, enseñándonos a aceptar lo impredecible. Supimos de tu llegada y nos esperanzamos con que ese montoncito de células se sintiera a gusto en su nueva casa y siguiera creciendo. Cuando finalmente te vimos, unas semanas después, eras un bodoquito pequeño, del tamaño de una uña de mi mano, y nos sentimos estallar de alegría al escuchar cada uno de tus latidos. Ahora esos días en que te llamábamos "carozo" parecen lejanos, pero fueron el inicio de esta, tu historia.

La gente se fue enterando e ilusionando con tu llegada: abuelos, tíos, un mundo de amigos y familiares. Pasaron controles, viajes, paseos, trabajo, y hacia la mitad del embarazo te empezaste a hacer notar cada vez más: una panza que empezaba a crecer para adaptarse a tu tamaño, una casita a tu medida donde podías nadar a gusto, sacudirte, tal vez bailar. Te hablaba, aún sin saber si me escuchabas, y te canté canciones a pesar de que no sé cantar... tan sólo buscaba demostrarte que estaba todo bien, que crecieras tranquilo, que acá te esperamos para cuando te toque llegar.
Atrás quedan los días en que no sabíamos si eras nena o varón, y lejos también las discusiones y debates por tu nombre: hoy siento que siempre supimos que te llamabas Fabrizio.

En los últimos meses fuimos arreglando todo para tu llegada, recibiendo regalitos, preparando lo que será tu ropa, tus juguetes y tu nueva casa fuera de mamá. Una casa en la que vas a recibir visitas, vas a llorar por las noches, vas a jugar con tus amigos y vas a crecer... vamos a crecer juntos los tres. 

Tenés unos papás que quieren verte crecer alegre y feliz, una familia ansiosa por conocerte y un montón de amigos con los que vas a compartir tus días. Ahora solo resta descansar, esperar, y seguir soñando, como el primer día, con todo lo que vamos a hacer juntos. 


domingo, 15 de febrero de 2015

Bajada de línea

Yo sé que lo que voy a decir acá no es nada nuevo, nada que no hayan pasado muchas mujeres y nada sobre lo que no se haya escrito ya. Pero bueno, para mi catarsis personal lo siento necesario. 

Cuando una mujer se entera que está embarazada puede vivirlo de mil maneras. No todo es felicidad absoluta. Por suerte en mi caso fue un momento de mucha alegría, que se fue incrementando a medida que pasaban las primeras semanas y todo iba bien. Mientras pasa el tiempo vamos compartiendo la noticia con más gente, y vamos ingresando en el "mundo mamis", todo aquel universo hasta ahora desconocido para algunas, que está habitado por infinidad de seres: no sólo mamás primerizas, abuelas primerizas y la propia familia, sino también médicos, comercios, publicidades, foros, libros, revistas, maestros y una infinidad de etcéteras que una no imaginaba. Todo el mundo tiene una opinión formada sobre la mejor forma de ejercer este nuevo rol de madre [todos: desde la gente en la que confiamos hasta aquellos a los que no les pedimos opinión], y muchos esperan que uno forme su propia postura acerca de todo lo que refiere al nacimiento y la crianza de nuestros hijos. ¿Qué nombre le vas a poner? ¿A qué escuela lo vas a mandar? ¿Cómo vas a manejar el sueño del bebé? ¿Cómo vas a organizarte con la lactancia? ¿Lo vas a bautizar? Muchas veces no es tan amable la pregunta, sino que se formula así: "No pensarás darle mamadera, NO?". "Que no se te ocurra dormir con el bebé". También lo he visto en amigos con hijos: ante cada acción o movimiento del niño y del padre habrá otro [un familiar, un amigo con chicos más grandes, un amigo sin hijos o un ilustre desconocido que pasó por la reunión] que va a opinar sobre la mejor forma de criarlo. "Es que vos no lo dejás hablar, y por eso no aprende". "Es que le hablás demasiado, y lo apabullás". "¿No sería hora de que empiece a caminar?" "¿Por qué no vas pensando en sacarle los pañales?" "Qué niño desapegado, seguro le falta afecto". "Qué pegote que es con la madre, seguro que quiere un hermanito". 

Uno, básicamente como todo en la vida, hace lo que puede. De acuerdo a ciertas convicciones / ideologías / creencias, pero hace lo que puede. Uno de los mejores consejos que me dieron cuando conté que estaba embarazada fue "no sigas ningún consejo". Y otro "lo más importante es la flexibilidad". Ser flexible, tener capacidad de adaptarse a una nueva situación sin jurar de por vida fidelidad a una u otra manera de criar. Estoy en contra de los fundamentalismos, no sólo los religiosos sino también los progresistas y/o naturalistas. ¿Cómo, fundamentalismo progresista? Sí, el progre suele ser tan rígido en sus posturas como el más duro de los padres autoritarios. ¿Naturalistas? Sí, el discurso que plantea que todo lo mínimamente "cultural" es dañino, como la cesárea, la incubadora, la mamadera, la niñera, el shampoo antipiojos y oh! mala palabra!, la vacunación. Como si el amor, la crianza y la familia no fueran construcciones culturales... 

Quiero creer que, aún en el medio del terremoto transformador que es la maternidad, conservaremos cierto criterio y cierta capacidad crítica para no comernos cualquier buzón que quieran vendernos respecto de la crianza. Y poder distinguir entre los buenos consejos y aquellos [la mayoría] que sólo intentan convencerte de que estás haciendo todo mal y que vas a sufrir hasta que compres, completito y sin chistar, su dogma. 

lunes, 12 de enero de 2015

La Panza

Antes de que todo gire alrededor del niño, todo gira alrededor de la panza. Que la forma, que el tamaño, que los movimientos, que cómo dormir, etc... 

El embarazo es mucho más que una panza, aunque a veces lo sienta reducido a lo que pasa "ahí". El cuerpo entero cambia, y lo hace todo el tiempo: cuando te acostumbrás a usar siempre esa remera te deja de entrar, cuando te copás con el shortcito te engordan las piernas, la cara se te infla, el pelo cambia. El niño crece y la panza también, mientras el resto de los órganos que andaban por ahí tan felices y funcionales se aplastan y alteran. Todo se transforma y hay que dejarse transformar. 
De hecho, muchas veces la panza es lo último que cambia... durante mucho tiempo parece ser tan sólo un poco de hinchazón debida al tránsito lento. En esos primeros meses, en que una se está recién haciendo a la idea de su nuevo estado (a veces a fuerza de náuseas y cansancio), la panza ni se nota: los allegados la reclaman, quieren verla, piden fotos, como si sin panza el embarazo no fuera del todo comprobable. En la calle pasás desapercibida, nadie te presta especial atención, y en el transporte público hasta da vergüenza pedir el asiento (aunque es justo el momento más peligroso del embarazo y el asiento no es sólo una cuestión de comodidad sino también de seguridad). 

En algún momento, más tarde o más temprano, la panza "aparece". O, como me pasó a mí, cobra forma de "panza de embarazada" y no "panza de rollitos - kilos de más - estreñimiento - largá los postres". Ahí pasa a ser una panza tierna, socialmente aceptada, felicitada, admirada. En el transporte público ya cobra categoría de "panza dudosa": nadie se para al grito de "sentate querida por favor", pero si lo pedís amablemente no les queda otra que dejarte el lugar. En el mundo íntimo es un momento genial... en mi caso la aparición de la panza fue antecedida por la aparición de los movimientos del bebé. Suaves, aún imperceptibles para el mundo exterior, como una pequeña cosquilla o una gelatina interna. 

Finalmente, pasada la mitad del embarazo en mi experiencia, la panza pasa a ser una Alta Panza. Indudablemente hay un bebote ahí dentro. El niño en cuestión se estira, se mueve, nada por todos lados y se choca con las paredes de su pequeña y acuática casita. A veces hasta los demás se dan cuenta. En eso estoy ahora: lo siento moverse y me cuelgo, me olvido de los problemas del mundo y del calor (sólo por unos segundos) y me quedo fascinada con la situación, con la magia que transcurrió ahí dentro y que hizo que luego de millones de años de evolución haya podido convertirme en esta casa ambulante para mi niño que incluye temperatura regulada, delivery al instante de comida, comodidad y relajación... como estar en un all inclusive del Caribe. Eso es la panza para él. 

La panza crece, se estira, duele mientras lo hace, ocupa cada vez más espacio. La cuido con cremas aunque quede toda pegoteada. La elegancia (que nunca tuve en altos niveles) se vuelve una palabra ajena. Camino como pato, o como teletubbie, o como más o menos pueda. El equilibrio se altera, la percepción del espacio también (¿el marco de esa puerta siempre fue tan pequeño?), y ya es muy difícil estar sentada con las piernas cerradas o cruzadas: hay que dejar lugar para ella, la panza que todo lo puede y todo lo ocupa. Intento pararme después de estar sentada en ese sillón bajito y escucho en mi mente la canción de Misión Imposible.
El mundo exterior, mientras tanto, se fascina con la panza. Los conocidos le hablan, la tocan y saludan al bebé. A veces los desconocidos también, aunque aún no me pasó tanto es una situación extraña. "¿Te puedo tocar la panza?" te pregunta una vendedora después de haber metido mano (y no antes). Dan ganas de responderle "Y bueno, si me hacés un descuento o un 2x1 saludalo todo lo que quieras y si querés cantale una canción". Pero esbozás una sonrisa medio falluta y la dejás... En el bondi, el que te quiere dar el asiento se levanta de un salto y el que se hace el boludo queda muy en evidencia. En la calle es muy divertido pensar qué hay tras las miradas (miradas a la panza, obvio, entonces yo puedo mirar al mirón e imaginar lo que piensan): un nene le dice a la madre "miráaaa mamáaaaaaa qué panzaaaa!!!!"; una señora con dos niños de la mano te mira como diciendo "ay querida, disfrutá ahora que no sabés la que te espera"; una piba que aunque no quiera mira con los ojos muy abiertos, claro signo de "esta mina súper embarazada y yo con un atraso que me quiero matar la puta que lo parió". Y obvio algún señor que quisiera tirar un comentario grosero sobre mis tetas pero advierte la panza y se lo guarda. 

Ahora me falta la etapa más difícil: la panza XXL. Gigante, pesada, "sin poder con mi redondez" (palabras de amiga que acaba de ser madre). Si puedo sentarme frente a la compu , les contaré cómo es. Y si no, imagínenme enorme, despatarrada en el sillón esperando a que llegue mi marido para poder pararme, y esperando a que llegue el niño, todo se transforme a altas velocidades y la panza, esta de la que les hablo, pase a ser un recuerdo inolvidable.