miércoles, 11 de noviembre de 2015

Una madre siempre sabe

Una madre siempre sabe

Hace mucho tiempo, una era atrás, antes de Fabri, antes de siquiera pensar en tener hijos, ya me molestaba el modelo publicitario de mamá. No sólo el de mujer siempre divina, siempre preocupada por la estética y la limpieza, sino en especial el de las madres: las madres publicitarias, las madres que además de estar siempre divinas y siempre preocupadas por la estética y la limpieza están preocupadas por sus hijos, sus tesoritos, sus milagritos, y dan todo por ellos. Una publicidad de algo así como un yogur o un jugo o alguna galletita cerraba con la frase "Una madre siempre sabe". Las madres saben todo, saben lo que quieren sus hijos, saben qué es lo mejor para ellos y obviamente saben dónde comprarlo al mejor precio. Las madres nunca se enferman (si lo hacen, aquí hay una droga para que puedan seguir siendo mamis productivas, o trabajadores productivos), las madres están neuróticas por la limpieza (si una mujer "es" neurótica, una mami lo es más, porque no sea cosa que los hijos se enfermen con *voz terrorífica* GERRRRMENES), o de última algunas otras madres más copadas dejan que sus hijos se ensucien porque la ropa quedará impecable (pero obvio, porque ensuciarse hace bien, entonces de fondo siempre es lo mismo, nos preocupamos por ellos y sólo por ellos).

Y luego llegó la era Después de Fabri, y si antes me había molestado eso de "una madre siempre sabe", luego fue peor. Se nos vende desde pequeñas que ante el nacimiento y la maternidad nos inunda un torrente de amor infinito y nos iluminamos con una sabiduría ante lo que nos espera. Nada que ver. Lo del torrente de amor puede que ocurra o puede que no... lo más probable es que ese amor se vaya despertando de a poco, y porque estamos dispuestas a que ese amor despierte (porque tenemos ganas, porque lo esperamos, porque lo soñamos a veces nueve meses, a veces menos y a veces más). Día a día nos encontramos con noticias horripilantes de niños abandonados, que son el extremo opuesto, que nos muestran que una madre no siempre ama. Y una madre no siempre sabe... la mayoría de las veces sabe muy poco. Pero en general está dispuesta a aprender. 

Hay muchas personas que nos van enseñando cosas, muchas a las que les hacemos menos caso de lo que quisieran, y muchas que quieren enseñarte de prepo dando consejos que no pedimos. Está bueno asumir nuestra ignorancia, saber reconocer los límites y decir "che, vos que tenés un pibe, ¿cómo hiciste esto / aquello?". No necesariamente todas las madres son nuestras aliadas. No todas pensamos igual ni actuamos del mismo modo, porque básicamente y por suerte somos todas distintas. Hay muchas "escuelas de pensamiento" en el mundo maternal y cada quien sigue la que quiere, la que puede o la que más o menos le sale (o una mezcla de todas ellas). Lo mismo ocurre con los pediatras, ya que no todos piensan igual ni el pediatra al que vamos piensa 100% igual a nosotros. Y lo mismo con las madres de otras generaciones, madres de la familia, suegras, tías, abuelas, madres de amigas... las escuchamos, tomamos algunas cosas, descartamos otras, cuestionamos las formas de crianza antiguas y buscamos la nuestra; está en cada una armarse de personas de apoyo ya que no podemos solas. No nacemos sabiendo, no nos inunda la sabiduría en la sala de parto, y vamos aprendiendo de a poco, entre todas, con otras generaciones, con la nuestra, con otras co-madres, las que elegimos o las que tenemos a mano. 

Si el mundo publicitario es un mundo de fantasías, la fantasía más grande es esa, "una madre siempre sabe". ¿Por qué sabe? ¿Porque le viene en los genes? ¿Porque le corresponde? ¿O lo que sabe la madre es porque mal que mal lo fue aprendiendo? ¿De quienes aprendemos?

En fin, en eso estamos... aprendiendo todos los días una tonelada de cosas nuevas, para ejercer sin pausa este nuevo rol.