jueves, 31 de diciembre de 2015

Cómo preparar una tarta (con un gateador en la casa)



Antes de ser madre, la receta era

* Compre (o prepare ud. misma) las tapas de pascualina, la verdura, los condimentos, los huevos, el queso y un vinito blanco. No se preocupe por los gastos, la plata alcanza.
* Prenda el horno.
* Abra el vino blanco, previamente refrescado. Sírvase una copa y ponga Aspen.
* Prepare en un bowl la espinaca, el puerro, la cebolla y el ajo. Unifique con un huevo y condimente a gusto.
* Corte los pedacitos de queso y acomódelos con ternura en la base de la tarta, mientras canta una balada éxito de los años 90.
* Vierta la mezcla, emprolije, ponga la otra tapa, haga el repulgue.
* Tome otra copa de vino.
* Pinte la tapa con huevo, haga agujeritos en la misma, mande al horno. 
* Salga al balcón a conversar y tomar vino. Planifique un viaje, una salida al cine o una escapada romántica de fin de semana.
* Retire del horno y disfrute. 

Nueve meses después de ser madre, la receta es

* Compre todo lo más pre-hecho posible. Chequee en el supermercado el precio de los pañales y haga la cuenta a ver si conviene comprar allí o en la pañalera.
* Llegue a su casa y tómese un vaso de agua, no se vaya a deshidratar, que el alerta de calor no es sólo para su hijo.
* Deje a la criatura frente al televisor. Haga una barricada en la puerta del balcón para que no salga.
* Prenda el horno.
* Refuerce la barricada.
* Deje al niño frente al televisor. Esta vez asegúrese de que haya dibujitos con colores flasheros y voces agudas. Canturree desde la cocina alguna canción infantil.
* Pique una cebolla. Asómese al comedor donde dejó a la criatura y sáquelo de arriba de la barricada. Cambiéle la remerita, que se la dejó toda con olor a cebolla.
* Deje la otra cebolla, con una es suficiente. Pique un diente de ajo.
* Asómese al comedor. El niño está entretenido, tiene tiempo.
* Tire todo en un bowl así como viene. No rehogue nada, no es necesario. Mezcle todo con un huevo. Lávese las manos, que enchastrar al pibe con huevo es un asco.
* Aplaste un pedazo de queso y viértale el relleno encima.
* No es necesario que se asome al comedor. Encontrará al niño colgado de su pollera con una mano y abriendo el tacho de basura con la otra.
* Saque al niño de ahí. Sáquele la remera que la llenó de olor a ajo. No es necesario que le ponga otra.
* Consiga un tupper, tacho irrompible o botella de plástico vacía para entretener al niño. No, el cuchillo con el que picó la cebolla no es opción. El palo de amasar tampoco.
* Arme otra barricada entre el niño y el horno. 
* Ponga al niño en el pasillo y diviértase repulgueando la tarta mientras lo ve pasar de una punta a la otra a toda velocidad gateadora.
* Agarre al niño, llévelo al comedor, ponga el noticiero, indígnese con un nuevo decreto de Macri mientras juega con su hijo.
*Vuelva a la cocina y meta la tarta en el horno, que se olvidó de lo más importante.
* Tómese un vaso de agua. Sueñe con tirar abajo un par de paredes y cambiar el parquet por goma eva para convertir su casa en un gran departamento gateable.
* Duerma la siesta con su hijo un rato. Intente despertarse antes de que se queme la tarta. 
* Retire del horno y disfrute. O algo así.

p.d. Si se desanima, recuerde que de a poco se acostumbrará a cocinar con un hijo movedizo en la casa. Y, quién sabe, tal vez el niñito termine en MasterChef. 



lunes, 21 de diciembre de 2015

Tres trimestres

Casi 9 meses. Tres trimestres. En nuestro caso, tres estaciones del año. Hoy, 40 semanas del nacimiento. Distintas formas de medir el tiempo que Fabri lleva con nosotros. Decir que fueron nueve meses intensos y agotadores es repetirme, pero realmente son las primeras palabras que se me vienen a la cabeza. 
 
Como dije en algún otro post, el tiempo corre distinto cuando llegan el embarazo y el bebé. Las noches se hacen largas, las siestas del bebé parecen cortas, las horas de fiebre son eternas. El balance del año que hace todo el mundo en diciembre es, para mí, el balance de los últimos nueve meses. Los primeros tres forman parte del calendario de 2015, pero son parte de otra vida. Es cierto que en ese momento todo estaba en pausa, ya no había mucho más por hacer que esperar, preparar la habitación de Fabri, hacer el curso preparto y lagartear con una panza cada vez más grande bajo el ventilador. Después, todo cobró un ritmo vertiginoso y acá estamos, arrancando el verano de nuevo, con un bebé de 10 kilos que ya empieza a gatear, a balbucear y a querer pararse. Y todo eso pasó dentro del mismo calendario. 

La vida se da vuelta. Es un cliché decir que las prioridades se transforman pero es así. El recuerdo de la vida AF, Antes de Fabri, es cada vez más lejano. No es una vida ni mejor ni peor, es una vida completamente transformada, una vida actual con menos autonomía y más responsabilidades, con más desafíos y menos tiempo libre (¿qué era eso?), con menos rutina y más descubrimientos y novedades cada día. Es una vida que te saca totalmente de la "zona de confort", entrás en un territorio incierto donde casi todas las certezas se derrumban. "Cuando tenga hijos no voy a dar la teta en público" decía, o "desde chiquito a su habitación así se acostumbra" (jaja, qué ilusa). Y también es una vida donde las pequeñas cosas se disfrutan mucho más: las cosas sin hijo, como ir en el subte escuchando música o mirar un ratito de tele, y las cosas con hijo, como llevarlo a la plaza, darle un juguete nuevo o hacerlo dormir mientras le canto una canción (el último hit fue "Wake me up when september ends" de Green Day, aunque yo hubiera querido cantarle "Fall asleep before the year ends", ja!). 
 
El otro día estaba mirando el programa del mediodía de Telefe, y no recuerdo a qué actrices estaba entrevistando Rozín. En eso les preguntó "Ustedes, ¿cuándo se sintieron mamás?" y me quedé pensando en lo mismo, como si él me lo preguntara a mí (oh, la magia de la televisión, que nos acerca a los famosos como si nuestra vida y la de ellos fuera equivalente!). En fin... me quedé pensando y se me ocurrieron las respuestas básicas: "¡cuando ví el positivo!", "¡cuando dio su primer patadita en la panza!", "¡El momento en que nació!". Pero en mi caso ninguna de estas respuestas se aplicaban. Recuerdo que en el sanatorio vino una enfermera y se refirió a mí como "mamá", algo así genérico como "¿Cómo se siente la mamá?" o "Vengo a tomarle la presión a la mamá", y mi hermana estaba emocionada: "¡Te dijeron mamá!". Pero aún así tampoco me sentí de todo mamá en ese momento. Recuerdo también una tarde de invierno, de esas grises y frías, en que cansada del encierro salí a dar una vuelta con el bebé, ya de cuatro o cinco meses, envuelto en muchas mantitas y bien abrigado con esas pilchas de plush que los hacen parecer un osito de peluche estampado. En medio del paseo él se puso a llorar muy sacado y me fui a una plaza vacía (¿quién iba a ir a la plaza en un día así?) a darle la teta. Se calmó, lo arropé y seguí paseando. Pero en ese momento me pegó el bajón, el que creí que ya se había ido, el que cada tanto vuelve: "¿Dónde quedó mi vida? "¿Por qué en esta tarde apestosa no estoy en un café leyendo un libro?" me preguntaba. Ahí me sentí mamá, pero mamá bajón.  Me sentí un poco "ahora soy mamá", tal vez, el día que decidí rechazar un trabajo muy copado porque me quedaba lejos y el corazón se me desgarraba mientras el bondi buscaba abrirse paso, sin suerte, a muchísimas cuadras de casa. Y me sentí otro poco mamá el día en que, en otro trabajo nuevo, un alumno me preguntó "Profe, usted tiene hijos? Tiene cara de mamá!" (seguro que el chupamedias quería aprobar, pero ahora que lo pienso fue uno de los pocos pibes que terminó en diciembre).
Volviendo a la pregunta de Rozín, creo que me "sentí mamá" en ese mismo momento en que miraba la tele, donde mientras Fabri jugaba en el piso con sus chiches me quedé masticando esa duda en la pregunta que él le hacía a las actrices... y la respuesta la encontré ahí, en la rutina compartida, en pasar tiempo juntos, en cambiarlo, cuidarlo, alimentarlo pero también en mirar juntos la tele, en contarle cosas aunque no sé si las entiende, en salir de paseo con él a pesar de las dificultades logísticas, en hacerle cosquillas y en llorar de emoción cuando gatea por primera vez (y pegar un salto porque con el gateo encara directo para el ventilador). Digamos, encontré la respuesta en estos nueve meses, en ir habitando el mundo de una forma distinta, novedosa, transformada... En fin, seguro que si hubiera estado en esa mesa siendo entrevistada Rozín me habría dicho "andá redondeando piba, que arranca el noticiero y salimos del aire", pero este es mi blog y me extiendo todo lo que quiero :D

Nueve meses, tres trimestres, cuarenta semanas, el tiempo que llevamos juntos con nuestro hijo en casa, fuera de la panza, aprendiendo día a día de qué se trata todo esto. Y así se va 2015, el año en que nació nuestro hijo.