lunes, 29 de febrero de 2016

Parque de diversiones

Hace tiempo que quiero escribir y no puedo. "Ah, pará mamádesbordada, quién sos!" No puedo porque no tengo tiempo, porque cuando me siento en la computadora Fabri se cuelga y quiere agarrar el mouse, o el teclado o todo junto, o porque cuando se duerme aprovecho para trabajar un poco, o porque cuando él mira tele y juega al lado mío me desconcentro y sólo tengo atención para mirar fotos en Facebook. Siempre mastico los posts un poco antes de escribirlos, a veces los escribo de una, pero muchas otras veces voy tirando ideas sueltas y luego les doy forma. Para este post ya tenía el título: "Claroscuro", algo así como lo blanco y lo negro de la maternidad, las cosas buenas y malas, etc. pero no me terminaba de cerrar. Me parecía muy místico, muy "lado luminoso de la vida", una onda que no es la mía. Me van pasando cosas cosas con Fabri que me hacen explotar de emoción, de amor, de ganas de comerlo a besos... y otros momentos en que quiero comérmelo crudo o que la tierra se abra y desaparecer. Entonces una amiga que también es madre posteó algo así como que vive en una montaña rusa de emociones. Era básicamente lo mismo que yo quería escribir, pero ya lo había escrito ella (ja! siempre pasa!), lo que me da la pauta que no soy la única (mafále que no sos la única, nena, o te creés que para el resto de las mujeres la maternidad es una tarde en un spa?), decía, la única que se siente así, en un subibaja, pensando qué cosa linda esto de ser madre y al mismo tiempo la puta que lo parió quién me manda y mi hijo es lo más lindo del mundo y por favor no puedo más de los nervios y qué relajación dormir la siesta juntos y ay quiero descansar un rato más sin que nadie me joda. Robándole entonces la imagen a mi amiga pensé en la montaña rusa en su contexto, el parque de diversiones. Al lado la montaña de agua, más allá las vertiginosas sillitas voladoras, por otro rincón la vuelta al mundo y, no podía faltar, el laberinto del terror. Todo estaba ahí, en la imagen del parque de diversiones, ese lugar donde supuestamente vamos a pasarla bien aunque lo pasemos un poco mal: vértigo, miedo, náuseas, velocidad, ruido, mugre, mucho ruido, aburrimiento mientras esperamos para subir de un juego a otro. Y diversión, claro. Pequeños pero intensos, intensísimos ratos de diversión. El aburrimiento de las cosas cotidianas como preparar una comida o cortarle las uñas; el paseo del terror cuando el niño se enchastra en la calle y pensás "no me puede estar pasando esto"; el mareo total a la hora de salir de casa y tener que buscar veintemil cosas y entretenerlo un rato así puedo salir más o menos peinada al mundo exterior; la velocidad a la que avanza cuando aprende cosas nuevas y el pánico al verlo segundos antes de que se caiga o se golpee o se agarre la mano con la puerta; el ruido insoportable de algunos juguetes musicales que le encantan; y esos intensos ratos de diversión al jugar juntos y saber que no hay juguete, dibujito o calesita que lo divierta más que un poco de cosquillas... Nada se vive a medias. O te mata el bochorno cuando pasa algo desagradable o te agarra un intenso orgullo cuando saluda a alguien con la manito en un gesto nuevo y fantástico. O explotás de ganas de pasar sola un rato o te morís de extrañarlo cuando sale con su papá. O te sentís completamente fea, fofa, agotada o te sentís plena, capaz de competir en triatlón y de levantarte al mismísimo Di Caprio si te lo cruzás yendo al chino. En fin, todo es intenso. Y, como en la montaña rusa, sólo queda agarrarse fuerte, gritar cuando lo necesitamos, y dejarnos llevar.