miércoles, 31 de agosto de 2016

A veces no es tan fácil

Hace dos años anunciábamos en Facebook que se venía el bebé en camino. El embarazo transitaba por la semana 10, faltaba poquito para terminar el primer trimestre y el "tiempo prudencial" que se recomienda para los anuncios (básicamente porque las primeras 12 semanas son las más riesgosas en términos de la continuidad del embarazo, es decir: lo podés perder). Ya muchas personas del entorno más cercano sabían del bebé en camino, y usamos esa red social para compartirlo con todos. Después de las fotos divertidas, los comentarios y la lluvia de felicitaciones, publiqué el texto que vuelvo a compartir ahora. Sentí necesario escribirlo como desahogo después de tantos meses de espera. "Tantos meses": casi dos años de búsqueda, que incluyeron incertidumbre en los diagnósticos, estudios, terapia, tests de ovulación, pastillas, inyecciones, vitaminas, evatest fallidos y dos evatest positivos. Uno de ellos fue solo eso, un test. El embarazo se detuvo en sus primeras semanas y viví los días más tristes y desgarradores de mi vida. El otro fue un test, después una ecografía, después otra, y después todo lo lindo que vino con un embarazo sano y un bebé feliz. 
Decía: después de anunciar la buena nueva, compartí este texto para desahogarme, para no ser careta, ya que detrás de la noticia había una historia que contar.

31 de agosto de 2014

Aprovecho que tengo su atención (ya sabemos que cuando nazca nuestro hijo se va a robar todas las miradas jaja) para compartir algunas reflexiones que tengo dando vueltas hace un tiempo en la cabeza. Uno usa Facebook para compartir distintas cosas, videos, fotos, buenas noticias, pero casi siempre se guarda las malas, los momentos difíciles o las complicaciones. Si nuestra biografía fuera solamente la que mostramos acá, estaríamos ocultando un montón de cosas, y daríamos la falsa impresión de conseguimos todo al toque y/o fácil y lo nuestro es puro éxito. Pues no. 
A veces hay caminos que cuesta transitar, situaciones más difíciles y donde nos sentimos más solos; empezamos a conocer estadísticas que desconocíamos, y descubrimos que es más común de lo que pensábamos tener dificultades para concebir un bebé. También descubrimos que "dificultades" no significa "imposibilidad", que hay distintos problemas y distintas posibles soluciones. Hay mucha gente que pasó o está pasando por lo mismo, gente que luchó para que la ley y las obras sociales reconozcan estos problemas y siguen peleando para que la conseguida ley se cumpla. O parejas que tal vez lo estén transitando ahora y se sientan solos: sepan que no lo están. 
Por suerte nuestras dificultades no requirieron de mucha complejidad para solucionarse y pasado cierto tiempo logramos lo que buscábamos. Visto de lejos es poco tiempo... pero en su momento parecía una eternidad. 
Esto es algo que en los medios y en la ficción casi no aparece (Chandler Bing querido! Podrías haber intentado tomando vitaminas!!) y de lo que se habla poco, y mal (capítulos de policiales que estigmatizan a las mujeres con problemas de fertilidad o que hablan con horror de los cientos o miles de "hijos" que tiene un hombre que donó esperma). Tal vez no se hable por pudor, tal vez por no querer meterse en la intimidad de los demás (cosa rara, porque llegada cierta edad -en especial de las mujeres- la pregunta del "para cuándo!" se repite). 
Dicho todo esto, muchas veces cuando una mujer queda embarazada se siente tan feliz que quiere que toooodoooo el mundo se embarace y tooodooos sus amigos tengan hijos. Tal vez en algún momento me ponga así de densa (culpo a las hormonas, obvio); pero hoy simplemente puedo decir que mi más sincero deseo para todas las mujeres que me leen es que respeten, y se respeten, sus deseos y decisiones. Nadie más que una, o una y su pareja, puede y debe decidir si quiere tener hijos, cuántos, y cuando.

domingo, 14 de agosto de 2016

Creciendo

Hace varios meses que no escribo en el blog. No porque no tenga ganas, sino porque, por lo general, no tengo tiempo. Volví a laburar a full fuera de casa, y el pequeño arrancó el jardín maternal. Nuestras mañanas son una vorágine de preparaciones y de salir corriendo a trabajar y a llevarlo a la escuela. Nuestras tardes, de siestas, juegos, dibujitos, paseos y tareas del hogar. Nuestras noches, de trabajo conjunto para la cena, el baño y todo ese montón de cosas que hacen a la vida cotidiana con un deambulador. Y las post-noches (?), el momento temido de "hacerlo dormir", acción que puede ocurrir en una feliz media hora o que puede tenernos al borde de los nervios por el tiempo que insume (1 am, poner el despertador y ver que dice "la alarma sonará en 5 horas y 30 minutos...")

En fin: si la vida con un bebé te transforma por completo, la vida con el deambulador te hace correr como nunca. Se largó a caminar hace unos meses y los avances en su motricidad me dejan con la boca abierta: caminar a los tumbos, caminar con equilibrio, caminar y dar saltitos, bailar, ponerse en puntas de pie, hacer un trotecito, subir escaleras gateando, subir escaleras de la mano, bajar escaleras con ayuda, y el más temido: trepar. Trepar al sillón, trepar a sus padres, trepar a la cama, trepar a las sillitas. Cuando estamos en casa, todo está bajo un relativo control, y cuando está en el jardín, también: ambientes controlados y adaptados para pequeños exploradores. Fuera de casa, el mundo es un maravilloso lugar para investigar, y para escapar de mamá por un rato. Si tener un gateador implicaba un desafío a la hora de cocinar, el desafío ahora es andar por la ciudad sin que se escape. Dejarlo moverse, dejarlo conocer y pasear sin hacer destrozos, sin tirar al suelo todos los productos de la góndola, sin ensuciarse por demás. ¿Lo retamos por todo? ¿Lo dejamos hacer de todo? ¿Lo sobreprotegemos? ¿Lo descuidamos? ¿Le estamos generando un trauma terrible? ¿Lo estamos malcriando? Nos hacemos estas preguntas y no tenemos respuesta, tal vez porque no la haya, tal vez porque vamos descubriendo nuestras formas de ser padres a medida que se nos presentan las situaciones.

Avanzar en la motricidad, además, no es sólo dominar el arte de la caminata. Es pararse y agacharse, es agarrar y tocar, poner y sacar cosas de lugares, interactuar con los juguetes, con la tele (saludando a cada programa de tv cada vez que pasan los títulos finales), con la tablet (buscando dibujitos en YouTubeKids), con las cosas que no son juguetes (tachitos de la cocina, manijas de los muebles, imanes de la heladera), con los objetos que usamos nosotros (si me ve con el control remoto quiere control remoto, si me ve escribiendo quiere dibujar, si me ve barriendo... quiere jugar con la basurita que barro). Caminar es estar en el mundo de otra manera, y tener miles de nuevas posibilidades para explorar.

De marzo para acá, para mí fueron unos meses de mucho trabajo y poca escritura. Para él, fueron meses increíbles de desarrollo y descubrimiento. Todo lo que diga me suena a aforismo maternal barato, a frase de Doña Rosa o a publicidad de productos para bebés (pufffffff qué mercado increíble). Pero es cierto que crecen rápido, que cambian de un día para otro, que aprenden todo el tiempo de todo lo que ven, y que ellos mismos se ponen desafíos y tratan de lograrlos. 

Ya se despertó, ya pasó mi ratito de escritura, de hilvanar ideas para próximos posts que quién sabe cuándo podré publicar. Arrancamos otro día más, lleno de juguetes, de piruetas, de tratar de entender qué quiere, de repartirnos su cuidado mientras intentamos desarrollar actividades de adultos, otro día agotador, intenso y lleno de cosas nuevas.