viernes, 24 de febrero de 2017

¿Cuánto cuesta trabajar?

    Tuve colgado el blog bastante tiempo, pero eso no significa que no haya estado pensando nuevas cosas para escribir. Las ideas siempre vuelan, lo difícil es darles forma, tener el tiempo de calma para volcar el pensamiento en un texto. El año pasado casi no hubo ratos libres, y esos ratos libres eran fuera de la compu. Logramos establecer una rutina (rutina, palabra tan mal vista a veces, pero tan necesaria para poder organizarnos con el trabajo y la familia sin colapsar): mamá se va temprano al trabajo, papá lleva a hijo al maternal, papá va a trabajar, mamá retira a niño al mediodía, tarde juntos madre e hijo en casa, papá llega a la nochecita, jugar, comer, bañarse, mirar dibujitos, dormir (rutina que nunca se cumplía al 100%, pero al menos nos daba una guía, una hoja de ruta para movernos de lunes a viernes). Ni hablar cuando esa rutina se alteraba por algo: una reunión fuera de horario, un hijo con fiebre, una jornada familiar en el jardín... a sincronizar agendas y hacer malabares, nuevamente.

    Siempre me gustó pensar historias, ver gente por la calle y preguntarme dónde iban, cuáles serían sus secretos, sus proyectos, sus frustraciones, imaginar diálogos y peleas. El año pasado, en cambio, cada vez que me cruzaba con alguna persona empujando un carrito o cargando con mochilas, luncheras y bolsones de pañales, mi pregunta era la misma: ¿Cómo hacen? ¿Cómo hacemos? ¿Cómo hacen las demás familias? ¿Cómo hacen las otras mamás para organizarse? ¿Trabajan? ¿Dejan de trabajar? Esa persona que empuja el carrito ¿es la mamá, la niñera, la abuela, la tía? ¿Cuántas familias tienen repartido el trabajo doméstico y el trabajo fuera de casa entre ambos padres? ¿Cómo hacen las mujeres que [por decisión o por la fuerza] se ocupan de todo solas? ¿Cuánto impacta la maternidad en nuestras profesiones, en nuestras carreras, en nuestra economía? La pregunta se repetía en grupos de madres o en charlas con amigas: ¿Cómo hacemos?

    Y caí en la cuenta de una pregunta que nunca antes me había hecho: ¿Cuánto cuesta trabajar? ¿Cómo repercuten los hijos en nuestra economía familiar? ¿Cuál es el costo emocional y físico, además del económico, de trabajar afuera? Antes de los hijos, el “costo” de ir a trabajar era: cuánto sale el viaje de ida y vuelta, cuánto sale el almuerzo y cuánto aportamos para el café del office. Ahora, a todo eso, se suma: ¿cuánto sale pagarle a alguien para que lo cuide? ¿Cuánto está la cuota del maternal? ¿Conviene o no la licencia sin goce de sueldo? ¿Me rinde más llevar al nene enfermo en taxi a reconocimientos médicos o que me descuenten el día? Muchas veces, la pregunta final es: ¿Conviene trabajar o quedarse en casa?

    Una vez, leyendo un texto de marketing (les debo la fuente, estaba ayudando a mi hermana a preparar una materia empresarial), veía que las franjas que más consumen son las parejas de clase media sin hijos: ambos con trabajo, dos sueldos, gastos de esparcimiento, viajes, salidas. El cambio en el consumo de “pareja de clase media con hijos pequeños” era brutal: tal vez ya no hay dos sueldos, y además de más bocas en la casa que alimentar y más cuerpos que vestir, llegan los gastos del colegio, materiales didácticos, uniformes o guardapolvos, y alguien que los cuide. (Dejo afuera a las familias con muchos recursos, que pueden tener ocho hijos y un ejército de niñeras atrás. Y las familias con muy pocos recursos, cuyo nivel de consumo está lamentablemente restringido más allá de la subsistencia, aunque muchos de los malabares económicos también las incluyen). El contraste entre el grupo-sin-hijos y el grupo-con-hijos es notable, tan notable que es el que lleva a muchas de las parejas del primer grupo a decidir quedarse ahí: son los DINKS, “Double Income, No Kids” = Dos ingresos, sin hijos. Más dinero para repartir entre menos gente. Con la llegada de los hijos, entonces, hay que decidir qué hacer: ¿Trabajamos los dos y gastamos en cuidado? ¿Uno de ambos padres reduce su horario de trabajo [y sus ingresos]? ¿Nos ayuda la familia? Nuevamente, la pregunta, “cómo hacemos”. La gran mayoría de las veces, la que reduce su horario de trabajo, o la que directamente deja de trabajar, es la mujer. Las licencias no ayudan: el hombre que se convierte en padre tiene 2 días de licencia, mientras que las mujeres tienen tres meses. La licencia por paternidad es ridículamente breve: en el caso de una cesárea, la mujer aún no fue dada de alta del sanatorio y el hombre ya tiene que reincorporarse al trabajo, o pedir vacaciones o francos o etc. para poder quedarse unos días más. Y esa división del trabajo se profundiza cuando el hijo va creciendo, aunque ya haya pasado el puerperio, la lactancia sea menos frecuente, etc.
    El sitio Economía Femini(s)ta también nos aporta datos, que indican que el embarazo y la maternidad son una complicación en el mercado laboral. “Según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC, la tasa de actividad de las mujeres se reduce sustancialmente (de 54% a 39%) a medida que hay más niños y niñas en el hogar y la brecha –la diferencia entre participación de varones y mujeres- se duplica (de 15% a 33%).” (http://economiafeminita.com/maternidad-y-mercado-de-trabajo-escenario-y-posibilidades-en-nuestras-luchas-por-la-igualdad/) Una de las conclusiones a las que arriba el artículo dice que “lo cierto es que nuestra sociedad está ordenada en términos de leyes y estructuras que no facilitan que las mujeres puedan compatibilizar fácilmente el trabajo en el hogar con el trabajo en el mercado, restringiendo las opciones de las mujeres –y de sus familias-.”

    ¿Cuáles son estas opciones? Van surgiendo a partir de la pregunta incómoda: cuánto me cuesta trabajar. La respuesta es: si tenés hijos, en especial chicos chiquitos, trabajar te cuesta mucho. Si ambos padres se dedican a trabajar, alguien tiene que cuidar a los chicos, siendo las posibilidades:
    a) la familia extendida→ abuelos y abuelas (en general, abuelas, nuevamente mujeres sobre las que recae el trabajo doméstico), tíos, tías, familiares que, más allá del amor y el cariño que sienten por nuestros hijos, están dedicando tiempo de sus vidas a cuidar un niño ajeno.
    b) una (o varias) niñeras → es una opción cara, ya sea full o part time, que muchas veces está fuera del alcance del presupuesto porque el salario de esa niñera equivale al que ganamos afuera. Además, es difícil conseguir gente de confianza, que entre a nuestra casa, comparta con nuestros hijos, se lleve bien con ellos y tenga disponibilidad horaria. Hay capítulos de Friends y de How I Met Your Mother sobre graciosas búsquedas de niñeras. En How I Met... termina siendo el abuelo materno quien cuida al niño, y en Friends, creo que al final se reparten entre niñeras, abuelas y tías (todas mujeres, no sea cosa que Ross vuelva a sufrir porque un hombre cuide a su hija).
    c) jardín maternal estatal → son escasos, muy escasos. En la Ciudad de Buenos Aires, los maternales de gestión estatal son pocos, y sabidas son las dificultades para conseguir vacantes. Las comunas que menos jardines maternales tienen son la 9 (Liniers, Mataderos y Parque Avellaneda, con 4 maternales públicos), la 2 (Recoleta, 5 jardines), la 15 (Parque Chas, Villa Crespo y Chacarita, 5 jardines) y la 6 (Devoto, Villa del Parque y Villa Gral. Mitre, 6 jardines) (Datos de http://www.buenosaires.gob.ar/areas/educacion/establecimientos). Para paliar esa falta, el Ministerio de Desarrollo Social gestiona los 62 Centros de Primera Infancia (CPI), que ofician como pseudo-jardines por fuera (al costado, digamos) del sistema educativo y de su regulación. (http://www.buenosaires.gob.ar/desarrollohumanoyhabitat/consulta-de-establecimientos)
    d) jardín maternal sindical o de la empresa → en algunas empresas, y en distintas reparticiones estatales, hay jardines para los hijos de los empleados y empleadas. A veces también son gestionados por los sindicatos para sus afiliados. Suelen tener cuotas accesibles y cercanía, si no al domicilio, al lugar de trabajo de uno de los padres. En ciertos empleos, ante la falta de jardín “propio”, se paga un “plus por jardín maternal”, que de todas maneras no alcanza para cubrir la opción siguiente...
    e) jardín maternal privado → también son caros. En Buenos Aires dependen mucho del barrio, y de la más cruda oferta y demanda. Si en la zona no hay jardines, es más caro. Si en el barrio hay muchas oficinas y padres trabajadores, es más caro, etc. No suelen tener subvenciones. Algunos colegios grandes abren la salita de 2 ya con cuotas más accesibles, pero hasta ese entonces uno se acomoda como puede. La cuota de un maternal puede equivaler a una maestría en una universidad privada top.

    En este panorama, en muchos casos, los números no cierran. Y comienzan los malabares financieros y organizativos para congeniar maternidad, paternidad y trabajo. ¿Cómo hacemos? Conozco ejemplos de todas estas opciones, hay tantas posibilidades como diversidad de familias, mujeres y trabajos.

* Madre y padre trabajan todo el día, y requieren de niñera, jardín jornada completa, red familiar (rentada o no) o una combinación de las tres. Hay doble ingreso, sí, pero el costo del trabajo es alto.
* Madre que reduce su carga horaria, trabaja part time, y cobra en función de eso: más tiempo en casa, menos sueldo; el cuidado se reparte también con niñera, familiar o jardín. Algunas profesiones lo permiten, la docencia es el mejor ejemplo. No por nada es una profesión tan feminizada.
* Madres que deciden renunciar a sus empleos porque no les rinde. El costo de trabajar es demasiado alto. Pero no todas están en condiciones de hacerlo. En algunos contextos y en algunas familias, mantener ambos salarios es fundamental.
* Madres que empiezan a trabajar desde su casa, en alguna profesión que lo permite, o emprendiendo un pequeño proyecto de trabajo manual. Admirable, para mí, que siempre fui un queso y me fundiría en dos minutos haciendo tortas, decoración, costura u otros oficios que requieran cierta destreza.
* Madres que dejan de trabajar por un tiempo, que deciden volver al ruedo cuando los chicos son un poco más grandes, y que cuando lo intentan encuentran un mercado muy distinto al que abandonaron años antes (véase The Good Wife, por ejemplo, donde Alicia vuelve a trabajar como abogada tras años de dedicarse puramente a la familia. En ese caso fue porque el marido estuvo involucrado en un escándalo sexual, no lleguemos a tanto!)
* El trabajo repartido entre ambos padres, donde se divide de manera más o menos equitativa la carga horaria entre el trabajo del hogar y afuera de casa (aunque no necesariamente ambos ganen lo mismo).
* El más difícil para mí, el que aún no comprendo cómo hacen → las madres solas (solteras, o separadas, o divorciadas, o viudas) que se encuentran casi sin ayuda ante la tarea de criar a los hijos. Trabajo, crianza, cuidado... y muchas veces con un padre totalmente borrado que no aporta una moneda. Malabaristas permanentes, con una carga emocional extra.
   
    Dejé de lado los aspectos subjetivos, que por supuesto también inciden en estas decisiones: no es (solo) una cuestión económica. Muchas familias deciden trabajar menos para compartir más tiempo con los hijos, en su primera infancia, y es una opción tan válida como todas las demás. También hay mujeres, cada vez más, que conociendo (o imaginando) todas estas dificultades deciden no tener hijos, porque prefieren priorizar sus carreras profesionales. Hay quienes las tildan de egoístas. En mi opinión, son sensatas. Saben que hay que poner una pausa, a veces muy larga, en un mundo del trabajo donde entrar y permanecer cuesta cada vez más.
    También veo muchas miradas de reojo y con recelo: “trabaja demasiado porque no le interesan los hijos y compensa con muchos regalos” o “qué dejada, abandona todos sus sueños por criar pibes”. Tras esas frases está la nube negra que nos persigue: hagamos lo que hagamos, no falta el que opina sobre nuestras decisiones familiares, reproductivas y personales.
    Sabemos que esta disyuntiva entre familia y trabajo es fundamental en las mujeres, pero no así en los hombres. Dudo que en una entrevista laboral a un hombre soltero de unos 30 años le pregunten si está en sus planes ser padre pronto.
    En fin... trabajar y tener hijos, en las condiciones actuales, es EL tema a resolver; el tema que cae como balde de agua fría cuando el niño ya nació y tenemos que decidir cómo/quiénes/dónde cuidarlos (cuántas angustias, sumadas al descalabro hormonal y a la falta de sueño de las primeras épocas!) Es un problema que cada familia resuelve más o menos como puede (familia nuclear, familia ampliada cuando involucramos a tíos, abuelos y primos lejanos en el cuidado). Pero es también una cuestión económica y política: arrojarla puramente al ámbito privado es lavarse las manos. Es parte fundamental de las luchas de las mujeres por la igualdad. Y pensar que el problema es que “ahora las mujeres quieren trabajar cuando les corresponde estar en la casa” es, a esta altura del partido, insostenible.