jueves, 1 de marzo de 2018

Adios maternal


Hace cuatro años empecé este blog a manera de pequeño proyecto personal, de espacio donde compartir historias (reales o inventadas, propias o ajenas) y donde matar un poco el tiempo. Sin quererlo se convirtió en un diario de viaje y, en simultáneo, en un diario de maternidad. Pero no es un blog de viajes ni un blog maternal, con algo de cuentos y un poco de educación. No me interesa promocionarlo ni especializarlo ni volverme influencer. Me interesa compartir.

Hoy comparto una sensación agridulce que me acompañó durante el mes de febrero: el adios al jardín maternal. ¿Pero cómo adios, si hace dos años escribía esto? Allá lejos quedan las dudas iniciales, maternal sí o no, dónde lo mando, el “casting” de jardines, las entrevistas y averiguaciones. Un poco más acá, aquellos primeros días, el caos de horarios de la adaptación y los nervios. De a poquito se fue instalando una rutina que se volvió agotadora y disfrutable en partes iguales: preparar la ropa, la vianda, revisar el cuaderno de comunicados, conseguir los materiales que nos pedían, comprar la fruta o las galletitas. Llevarlo y traerlo, disfrutar la caminata de ida en las mañanas por el parque y padecerla los días de lluvia sin suficientes manos para cubrir todo. Primer año en carrito, segundo año en colectivo. Primer año compartiendo una mega siesta después del jardín, segundo año de negociar upa o caminata en la subida por la escalera. Primer año de llanto desconsolado cuando subió al escenario en el acto final, segundo año de llorar de emoción al verlo feliz saltando con sus compañeritos y maestras en la fiesta de cierre.

Durante todo febrero volvió al maternal para el último mes de colonia de vacaciones. Entre feriados, demoras en las obras del jardín, ausencias por fiebre y otras delicias cotidianas, febrero se hizo mucho más breve de lo que ya es. Y acá estamos, guardando para siempre el guardapolvo pequeño y la mochilita de tela. Llorando, como no podía ser de otra manera, mientras preparo la ropa para empezar un nuevo año en un nuevo lugar. Es difícil escribir sobre el maternal sin volverme cursi, pero realmente es impagable la tranquilidad de saber que dejás a tu hijo en un lugar donde se queda contento. Él tal vez no recuerde los nombres de las maestras que lo recibieron cuando aún no caminaba, ni reconozca las caras de quienes fueron sus compañeritos cuando crezcan. Pero sí, esas son las personas que lo acompañaron durante desayunos, almuerzos, siestas, juegos y bailes durante dos años. Que lo aplaudieron cuando dijo sus primeras palabras y con quienes aprendió a compartir.

Ahora nos espera una nueva aventura. Nos pidieron que en la mochila llevemos una cajita de pañuelos descartables, pero yo compré dos: la otra va en mi cartera. Supongo que el inicio de clases me va a emocionar tanto como la despedida del maternal.