miércoles, 6 de marzo de 2019

Un nuevo año

Volvemos a las aulas. ¿Volvemos? Algo así. Volvemos a la historia de siempre: docentes ninguneados, propuestas tardías e insuficientes, la sospecha eterna de que dejan la paritaria docente para fin de febrero para forzar el conflicto y el paro. Venimos de años repitiendo la misma historia, cada vez más cansados, cada vez más enojados. Con ganas de volver al aula, con ganas de conocer a nuestros y nuestras estudiantes, con ganas de trabajar, con ganas de discutir educación, pedagogía, didáctica, currículum, proyectos, equipos y todas las cosas que atraviesan nuestra práctica. Pero con ganas, también, de llegar a fin de mes, porque la vocación no llena la heladera ni carga la SUBE ni compra los libros ni paga los servicios. Es ridículo tener que aclararlo, pero lo hacemos una y otra vez. En una época, a los que tenemos horas dispersas por muchas escuelas se nos decía "docente taxi", pero ahora ni siquiera alcanza para eso. La semana pasada tuve tres mesas de examen en tres instituciones diferentes. Para llegar a todas gasté, entre taxis y colectivos, unos $450. ¿Me alcanzaría la plata si tuviera que hacer eso todos los días? 

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Hace unos días entré a mi blog a buscar unos posts viejos y me dí cuenta que mi última entrada era del 1° de marzo del año pasado. Un año sin escribir acá. Y entonces recordé todo lo que pasó entre ese 1° de marzo y este nuevo inicio: como mamá, del jardín maternal a la sala de 3, de la jornada extendida a la completa, y mil cosas personales más que no vienen al caso; como docente, laburos nuevos, instituciones nuevas, concursos, desafíos, aprendizajes, trabajo y más trabajo (por suerte!), y también mucha (mucha) lucha. Sólo desde el punto de vista docente (dejando aparte las marchas y debates feministas), pusimos el cuerpo cuanto pudimos, y fue mucho. Luchas por el salario, el paro universitario más grande de los últimos años, la pelea contra la UNICaba, la vigilia en la Legislatura, la pelea para evitar el cierre de las nocturnas, enfrentar el recorte por goteo que aplican en todos lados... Llegamos a diciembre agotados. Realmente agotados. No pararon de pegarnos por todos los frentes. En medio de todo esto, ¿qué escribir? ¿Qué sentido tiene incluso esto que estoy escribiendo ahora? Catarsis, balance, reflexión, tratar de darme ánimos para enfrentar el año que comienza. Mientras escribo, darme cuenta otra vez que en esta vorágine de un nuevo marzo nos faltan las palabras de Débora Kozak, y vuelvo a buscarla en los escritos de su blog. Recorro esa página y me lleno de tristeza, por lo rápido que fue todo, por todo lo que quedó sin hacer, por lo doloroso de su partida, pero también de agradecimiento por haber llegado a conocerla y por haber compartido espacios y momentos que en estos contextos se valoran mucho más. Y también me lleno de admiración. Desde diciembre que quiero escribir sobre ella y no puedo, hasta que vuelvo a leerla y encuentro ahí las palabras que busco: "Por qué elegir hoy ser docente"  , siempre tan clara en su defensa de la profesión, en la enumeración de cosas positivas de nuestro trabajo. 

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El 2018 nos agotó, sí, pero también nos ayudó a crecer. La lucha contra la UNICABA nos dejó, a pesar de su aprobación en la Legislatura, enormes debates y una construcción y solidaridad que son hoy la principal fortaleza de los terciarios de la Ciudad de Buenos Aires. El entusiasmo se respira en las aulas, esas que los altos funcionarios jamás pisaron. Ahí seguiremos construyendo, en el aula y en cada espacio donde nos encontremos. Con las palabras de Débora y de tantos otros compañeros y compañeras como guía, seguimos trabajando; retomando la frase que nos guió todo el año pasado: nos quisieron enterrar pero no sabían que éramos semilla.