viernes, 3 de enero de 2020

Una nueva aventura

Arranco el año sentándome frente a la compu, en una mañana fresca y con los ruidos del día apenas comenzando. Hace meses que quiero escribir y las urgencias me llevaban para otro lado. Un segundo semestre de 2019 de mucho trabajo, reuniones laborales, reuniones de padres, visitas al pediatra, trámites, y todo acompañado de una panza que se hizo notar bien pronto: ahí empezaba a crecer nuestra beba, ahora le faltan un par de meses para salir a este lado del mundo. Me acompañó dando clases, viajando por la ciudad, andando de un lado para el otro. Más allá de las molestias clásicas y del cansancio arrollador que me atrapa por las noches, venimos súper bien e intentando disfrutar esta espera. Voy releyendo los posts viejos, de cuando esperaba a nuestro primer hijo, y pienso cuánto cambió, y cuánto de todo eso volverá: el insomnio, el cansancio, los miedos, la angustia del puerperio, los temores de primeriza que se reeditan como segundiza (?), todo combinado con un hijo que estará asistiendo a su última sala del jardín (cómo que ya hablamos de egresaditos? ¿Cómo?!) 

Cosas que no cambian:

- los opinólogos y opinólogas. Que la forma de la panza, que mejor llevalo a tal jardín, que qué flaca, que qué gorda, que el nombre, que si ponerle aritos... todos tienen opinión formada y todos se empeñan en decírtela. Lo mejor, hasta ahora, fue este diálogo con un taxista:
- Ah, estás embarazada? Qué bueno. Tenés que descansar.
- Sí, sí, por eso ahora en lugar de colectivo estoy en este taxi 
- Claro, pero eso ya es mucho, qué hacés saliendo de tu casa?
- ...
- Y nada de cocinar, eh!
- Jeje, no, ahora le aviso a mi marido que hoy pedimos una pizza
- Pizza? No, nada de pizza, eso es chatarra. Tenés que comer sano. Una sopa. Algo así.
[y así todo el viaje, el buen hombre casi me manda a dormir hasta que nazca el bebé y alimentarme por sonda]

- la acidez y el insomnio: esto de no saber en qué posición ponerme para dormir, que si de costado me da acidez, que para el otro costado las náuseas, que panza arriba me duele la cintura, que este almohadón por acá, ah pero tengo que ir al baño y entonces desarmo la posición que me costó 15' alcanzar...

- caminar como pato: esta vez la panza se hizo notar desde temprano (aunque, como digo yo, lo que hubo fue una redistribución de la gordura) y eso implica dolores de espalda, andar con las piernas más abiertas, imposible sentarme cómoda... La mayor incomodidad la tuve en la sala de espera del obstetra, donde sin ningún pudor me despatarré lo mejor que pude para aguantar sin matar a nadie.

- la sensibilidad: si todo me emociona siempre, ahora se multiplica por mil. Releo esto que escribí antes que naciera Fabri y ya lloro de vuelta. 

Cosas que cambian:

- El tiempo: en el embarazo anterior tuve tiempo para leer, planificar, escribir en el blog, ir a gimnasia, a charlas y actividades para embarazadas. Ahora... bueno, pues ahora tuve tiempo para sacarme selfies.

- Nuevos miedos: que se suman a los anteriores: ¿podré con todo? ¿Cómo llevará el mayor la llegada de la hermana? ¿Nos alcanzará el lugar en casa? ¿Cómo organizaremos los tiempos? ¿Cómo nos repartiremos con los dos niños? Nuevamente: ¿podremos con todo? 

- El aguante: nuestros hijos crecen y nosotros también. Es decir, ya no somos (tan) jóvenes ni nos bancamos todo de la misma forma que hace unos años. ¿Será igual cuando nazca? ¿O reviviremos de alguna manera para aguantar la intensidad de los primeros meses?

De alguna forma nos iremos adecuando y acomodando a esta nueva etapa. Mientras tanto, se vienen los últimos meses de disfrutar la panza, con un hermanito que le habla y la espera y una familia que tiene muchas ganas de verla :-)