viernes, 28 de noviembre de 2014

El "patrón" del sueño

Ya hay miles y miles y libros escritos sobre maternidad, sobre embarazo, sobre qué lindo tener panza y sobre qué horrible que en realidad es y la mentira que nos vendieron. Así que no escribo para revelar ninguna verdad oculta sino por dos razones:
* para hacer catarsis
* para no hacer creer a mis amigas que el embarazo es el momento más feliz del mundo, la "publicidad engañosa" de la que tanto me quejé siempre. 

En términos generales estoy transitando un embarazo lindo y no puedo quejarme mucho. Pero bue, el temita del sueño es algo que me preocupa. Yo pensé que una o dormía mal, o dormía raro, o directamente no dormía una vez que nacía el pibe. Pero no. 

Ya desde el principio del embarazo el sueño me tumbaba, más que siempre (yo siempre fui una morsa). Durante el viaje, peor: me iba a dormir temprano, me acomodaba en la cama a leer y de golpe caía como desmayada, con la luz prendida y el libro muerto de risa al lado mío. En el medio de la noche iba zombi al baño y volvía a torrar como nunca. Por la mañana era imposible levantarme. 
Dicen los que saben que en el segundo trimestre todo cambia y te envuelve la vitalidad. Vitaliqué? ¿Vitalidad? ¿Una explosión de energía y ganas de hacer cosas? Mi combo no lo incluyó. Pero sí aflojé con eso de dormir como tronco... de hecho ahora no duermo nada. Entre la acidez y el dolor de cintura me cuesta encontrar una posición para acostarme. Cuando logro hacerlo y empiezo a dormir el pibe se despierta, me pega una patada (o piña, o cabezazo) y me despierta a mí también. Cuando vuelvo a dormirme al toque me agarran ganas de ir al baño. O sed. O todo junto. Cuando me acuesto un perrito ladra a 2 kilómetros y lo escucho como si estuviera al lado y no me puedo dormir. Cuando finalmente me duermo de nuevo una mariposa aletea en Tokio y me aturde. Y así toda la noche. Tal vez me despierto a las 6 am poder seguir durmiendo pero, a su vez, sin poder levantarme con pilas... ¿vitaliqué? Y eso que todavía no vinieron ni la panza de tamaño inmanejable, ni el calor pesadilla de verano, ni los carnavales de febrero con joda loca en el barrio. 

Claro que no siempre es del mismo modo. Si algo aprendí durante todo este tiempo es que no hay manera de encontrarle una regularidad al asunto. Siendo "el asunto" la maternidad en general, ja. No hay patrones de sueño, ni de dieta (lo que hoy me cae bien mañana me descompone) ni de aumento de peso ni de caída del pelo ni de tránsito intestinal ni de precios de cosas de bebés. No hay muchas posibilidades de planificación, más allá de la "planificación familiar" que es básicamente planificar no tenerla, porque cuando decidís sí tenerla.. ya no planificás nada más. [Me muero de risa con los que "planifican" tener X cantidad de nenes o nenas, o más aún con quienes quieren "planificar que nazca en X fecha para que tenga TAL signo" cuando en realidad te embarazás cuando podés y el niño nace cuando quiere]. 

En fin, espero que pasen un viernes a la noche descontrolado mientras intento hacer la parabólica humana para poder dormir, y mientras controlo a mi Violencia Rivas creciente para no salir al balcón puteando a mis vecinos que lo pasan bomba. 






domingo, 16 de noviembre de 2014

México, unos cuantos días después

Los últimos días del viaje estuve tan en otra que no conté mis últimas aventuras. Los primeros días tras el regreso estuve tan en proceso de re-porteñización que olvidé mis andanzas mexicanas. Es como si de golpe hubiera vivido en un tiempo separado del tiempo normal, y ahora al volver a la rutina, lo que pasó hace dos semanas parece haber sido hace mil años. Con seguridad una vez que nazca el pequeño me va a parecer que fue otra vida... 

Sin embargo, recordando un poco, fue hace menos de un mes que anduve recorriendo el sur de la ciudad, haciendo pequeñas visitas a las casas de Frida y Trotsky, pisando el estadio donde Argentina se consagró campeón del mundo en el 86, caminando y buscando barcitos para desayunar en las deliciosas últimas mañanas de Coyoacán, recorriendo sus calles tranquilas y soleadas durante los días de semana al final de la temporada lluviosa. Parece lejano, pero hace poco tiempo estaba caminando las calles de una ciudad monstruosa, enorme, tan llena de gente que Buenos Aires me parecía un oasis de relajación. Recuerdo el ruido, por supuesto, pero también el silencio de mi cuevita coyoacana que tanto me transportaba a mi rinconcito porteño. También recuerdo los olores de los puestos de comida callejeros, esos que al principio no toleraba por las náuseas pero que luego me daban hambre de sólo pensar en las tortillas fritándose. 

Los últimos días la ciudad y el país se vistieron de fiesta, preparándose para el Día de Muertos: decoración, calaveritas en venta en las calles, pan de muertos en las panaderías, muchas muchas flores para que la gente prepare sus altares, altares en los restaurantes, en los negocios, en las casas, en las plazas y en las bibliotecas. Y en ese contexto el luto y el repudio por las desapariciones de estudiantes, la movilización, los paros y el reclamo eran más llamativos. A no confundirse: no ser tan solemnes con la muerte y conmemorar a los que se fueron no implica que no se ame la vida y se repudien los asesinatos, las desapariciones y la violencia política.

Aún en ese contexto México es un país fascinante, del que conozco relativamente poco porque es inmenso y diverso. Cada estado es un mundo y cada momento del año es diferente. Enganché las celebraciones del día de la independencia, me asomé de reojo a las del día de muertos, pero me faltan muchos otros eventos importantes del calendario. Imagino que ahora los comercios ya están inundados de decoración navideña. Y aún en mi vida pseudo-monástica (de casa a la biblioteca y de la biblioteca a casa) pude ver cómo la indignación y el reclamo ante la situación política crecían cada vez más. Sigo con atención las noticias que engancho desde este otro rincón del mundo, a ver qué sucede con el país y la ciudad que durante dos meses fueron mi hogar.