domingo, 16 de noviembre de 2014

México, unos cuantos días después

Los últimos días del viaje estuve tan en otra que no conté mis últimas aventuras. Los primeros días tras el regreso estuve tan en proceso de re-porteñización que olvidé mis andanzas mexicanas. Es como si de golpe hubiera vivido en un tiempo separado del tiempo normal, y ahora al volver a la rutina, lo que pasó hace dos semanas parece haber sido hace mil años. Con seguridad una vez que nazca el pequeño me va a parecer que fue otra vida... 

Sin embargo, recordando un poco, fue hace menos de un mes que anduve recorriendo el sur de la ciudad, haciendo pequeñas visitas a las casas de Frida y Trotsky, pisando el estadio donde Argentina se consagró campeón del mundo en el 86, caminando y buscando barcitos para desayunar en las deliciosas últimas mañanas de Coyoacán, recorriendo sus calles tranquilas y soleadas durante los días de semana al final de la temporada lluviosa. Parece lejano, pero hace poco tiempo estaba caminando las calles de una ciudad monstruosa, enorme, tan llena de gente que Buenos Aires me parecía un oasis de relajación. Recuerdo el ruido, por supuesto, pero también el silencio de mi cuevita coyoacana que tanto me transportaba a mi rinconcito porteño. También recuerdo los olores de los puestos de comida callejeros, esos que al principio no toleraba por las náuseas pero que luego me daban hambre de sólo pensar en las tortillas fritándose. 

Los últimos días la ciudad y el país se vistieron de fiesta, preparándose para el Día de Muertos: decoración, calaveritas en venta en las calles, pan de muertos en las panaderías, muchas muchas flores para que la gente prepare sus altares, altares en los restaurantes, en los negocios, en las casas, en las plazas y en las bibliotecas. Y en ese contexto el luto y el repudio por las desapariciones de estudiantes, la movilización, los paros y el reclamo eran más llamativos. A no confundirse: no ser tan solemnes con la muerte y conmemorar a los que se fueron no implica que no se ame la vida y se repudien los asesinatos, las desapariciones y la violencia política.

Aún en ese contexto México es un país fascinante, del que conozco relativamente poco porque es inmenso y diverso. Cada estado es un mundo y cada momento del año es diferente. Enganché las celebraciones del día de la independencia, me asomé de reojo a las del día de muertos, pero me faltan muchos otros eventos importantes del calendario. Imagino que ahora los comercios ya están inundados de decoración navideña. Y aún en mi vida pseudo-monástica (de casa a la biblioteca y de la biblioteca a casa) pude ver cómo la indignación y el reclamo ante la situación política crecían cada vez más. Sigo con atención las noticias que engancho desde este otro rincón del mundo, a ver qué sucede con el país y la ciudad que durante dos meses fueron mi hogar. 



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