jueves, 30 de octubre de 2014

El viajar es un placer que nos suele suceder

Viajar está buenísimo. Conoces nuevos lugares, nuevas personas, nuevas rutinas, nuevos sabores. También es incómodo, por qué no decirlo. No tener tu baño, o tu cama, o tu perro, o tu teléfono, o tu crema para peinar, o lo que sea que uno se encuentra extrañando. Está bueno, por eso mismo: uno se sale de su rutina y, si hay tiempo, se ajusta de nuevo a otra, ya sea que viajemos por negocios (?) o por placer.  

Pasar un tiempo en un país que no es el propio tiene lo suyo. Hay cosas a las que uno no se acostumbra... los horarios raros de los locales de comida, por ejemplo. Extraño los bares porteños mas que a nada. Otras rutinas son agradables, como la buena onda de la gente, que el colectivero te devuelva el saludo, que el guardia de la notaría de aca a la vuelta me diga buenos días todas las mañanas. En algunas cosas nos entregamos (en las comidas, básicamente), y en otras no cedemos (pronunciaré la Y como Shé hasta la muerte). Yo demoré más o menos un mes en acostumbrarme a moverme por la ciudad sin sentirme "rara", acomodándome a la forma de andar de la gente en las calles. Por suerte eso coincidió con que las náuseas del embarazo empezaron a aflojar, y ya no me mataban tanto los olores de los puestos de comida (aunque sí el horrible olor a baño que sale del shopping justo justo en la boca de subte).  

Hay tantas formas de viajar como formas de ser y de vivir. Hay quien arranca temprano y camina como loco, hay quien prefiere el turibus, quien elige disfrutar la noche, quien va a todos los museos posibles y quien prefiere ir de compras. Quien le saca fotos a todo y quien anda sin cámara. No hay una forma correcta de viajar, como no hay una forma correcta de vivir. Y tampoco recordamos las cosas del mismo modo... este año hice dos viajes a lugares que ya conocía: a Mendoza, en 2004 y este verano, y a México, en 2008 y ahora. Muchas cosas las recordaba como si fueran ayer (el restaurante donde almorcé hace seis años en el Mercado de la Ciudadela, por ejemplo) y otras que estaban bieeen olvidadas, en el fondo de la memoria. Siempre se viaja distinto, porque el momento de la vida es diferente. Este viaje me tocó en circunstancias más que especiales, no pude ir a todos los lugares que quería, algunos me gustaron más que otros, pero todos los disfruté de algún modo. Me han dicho que tengo que volver porque me faltó conocer tal cosa, o ir a tal ciudad, o a tal estado, o a tal fiesta popular... y bueno... uno viaja con lo que tiene. No llegaré a conocer todos los rincones de México, ni de Argentina, ni de Sudamérica. Pero haber conocido unos cuantos estuvo genial. 

Cuando viajamos con gente es fundamental que las "formas de viajar" sean más o menos parecidas, o terminamos padeciendo: que vamos a otra velocidad, que miramos cosas distintas, que hay que negociar en todo, que no siempre queremos gastar en lo mismo. Viajar sola, en cambio, te da ciertas libertades: vas donde querés, cuando querés, como querés (o podés, claro). Pero también falta la compañía para compartir momentos. A la hora de comer no hay con quien charlar, por suerte casi siempre tuve un buen libro. A la hora de pasear no hay a quien decirle "uhhh mirá eso", y el asombro se lo guarda uno para uno mismo. En mi caso, ese "guardarme para mí misma" era, en realidad, tomar nota mental para luego volver y compartirlo en el blog. 
Por eso les digo GRACIAS por acompañarme en esta aventura, por estar del otro lado leyendo. Gracias a quienes me recomendaron cosas (lugares, paseos, barcitos): no siempre les hice caso, pero las sugerencias fueron siempre bienvenidas. Gracias a los que me hicieron el aguante por chat, mail, mensajito, etc. cuando necesitaba hablar con alguien. Gracias a mi familia por bancarme y gracias a Caroz@ / Pequeño Saltamontes / Ya-te-conseguiremos-un-nombre por portarse súper bien (estemmm, hubo madrugadas donde no pensé lo mismo, pero bueno). Gracias obviamente a la UNAM y al IIH por darme la beca y permitirme llegar hasta acá, y gracias a la UBA por formarme y darme las herramientas para aprovechar el viaje. 
Dicho todo esto: espero que se copen y me sigan leyendo cuando la carroza se transforme en calabaza y deje de ser la Iván de Pineda de las humanidades (?!). 

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