domingo, 6 de abril de 2014

Mañana voy a verte

Mañana voy a verte.
Mañana nos vemos, vamos a encontrarnos, vamos a volver a cruzarnos, como tantas veces. Mañana me saludarás con un beso, y al hacerlo pondrás tu mano sobre mi hombro, como hacés con todo el mundo, todo el tiempo. Te correrás a un costado y seguirás con lo tuyo. Mi hombro enviará una señal de piel de gallina al resto del cuerpo y una especie de frío correrá por mi espalda. Seguramente diga alguna tontería para romper el hielo. Minutos después, eternos para mí, fugaces para el resto, nos separaremos, y el beso de despedida no será tan luminoso como el primero. Te irás conversando con alguien y yo quedaré ahí, entera como siempre, y sin embargo un poco más vacía.

Mañana voy a verte.
Le pediré a mi mamá que me ponga la mejor remera, la más linda, que me regalaron y que nunca uso, sólo en ocasiones especiales. Todos los jueves a la tarde son mi ocasión especial. La maestra lo sabe, pero vos no. Diez minutos antes de salir ya estaré listo y radiante, y será tanta mi alegría que no podré enojarme, aunque quiera, con mamá cuando salga apurada, cuando no le arranque el auto, cuando me diga que la espere porque se olvidó algo. No quiero llegar tarde, me daría vergüenza llegar a la clase y que estén todos ahí, y que la maestra me señale, y que me mires en mi torpeza. Me pondré mi mejor remera aunque no servirá de nada, porque llegaré temprano y me sentaré en el fondo, porque no podrás ver cuando sonrío cada vez que levantás la mano para responder algo, porque sólo te miro de lejos, aunque recuerdo todos los detalles de tu cara, tu pelo, y del movimiento de tus manos, como si te tuviera cerca todos los días.

Mañana voy a verte.
Nos vemos de lunes a viernes, de nueve a cinco, pero mañana voy a verte de verdad. Me miro al espejo esta noche y me siento más linda que nunca, con una seguridad que otras veces desconozco. Pienso en cómo tiene que estar mi pelo, en la prolijidad de mis manos, en el maquillaje de mis ojos y en el cuello de la camisa. Voy a mirarte fijo cuando estés hablando, e intentaré decir algo inteligente y espontáneamente ensayado. Camino por mi casa, como si fuera mañana cuando esté saliendo de la sala de reuniones y me mires alejarme; cuando sea uno de esos pocos minutos en que siento tu mirada sobre mí, minutos en los que sé que ocupo gran parte de tu pensamiento, hasta que vuelvas a ocuparte de la oficina, de las reuniones, del colegio de los chicos y del regalo de aniversario para tu mujer. Mañana voy a verte y mañana vas a verme, me aseguraré de que lo hagas.

Mañana voy a verte.
Llegarás a la facultad tarde, corriendo como siempre, y te sentarás en el lugar vacío que habrá al lado mío. Con indiferencia y de reojo, abriendo tu cuaderno, me comentarás lo caótico del tránsito, lo que tardó el subte y la cantidad de gente que había. Yo sentiré tu perfume y perderé el hilo de la explicación, no entenderé ningún ejercicio y, menos aún, entenderé cómo vos sí captás todo como si la matemática estuviera dentro tuyo. Pensaré en pedirte ayuda para estudiar pero sé que sería absurdo, que seguro no podrás, que tenés vida además de la facultad y que seguro saldrás con tu novio o tus amigas, con algún plan mejor que explicarle las cosas más básicas a un idiota como yo. Lo pensaré, pero no lo diré nunca. No valdría la pena, sería peor, me hipnotizarías, y te frustrarías por intentar explicarme mil veces sin que yo entienda, como no entiendo nada ahora mientras trato de estudiar, como no entenderé nada mañana porque te sentarás al lado mío y me habrías dirigido, finalmente, al final del cuatrimestre, por una vez la palabra. 

Mañana voy a verte. 
Ya pienso en qué contarte, en llevarte las novedades de la familia, en decirte que los chicos pasaron de grado y además les va bien en inglés. Mañana podré contarte que fui al médico y que me encontró igual que siempre, que me prohibió las comidas de siempre, que me mandó las mismas pastillas de siempre a la misma hora de siempre. Mañana podré contarte que me compré una nueva tele para mirar desde la cama, y no podrás creer que ahora haya tres teles en una casa donde hace cincuenta años apenas había una radio. Mañana me abrumarás con recuerdos del pasado, con pavadas, con pensamientos que jamás se me habría ocurrido que tendrías. Me hablarás de gente que no vemos hace décadas, y te mostrarás indiferente ante los avances en inglés de los chicos, aunque si estuvieras bien habrías sido vos misma quien les enseñe. Mañana voy a verte y vas a verme, aunque si es un buen día apenas recordarás quien soy. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario