lunes, 14 de septiembre de 2015

Cansancio

Tengo las ideas para este post dando vueltas por la cabeza hace tiempo... pero estaba demasiado cansada como para sentarme a escribir.

Muchos hablan de que al ser madre una siente un amor nunca sentido antes en la vida. Tal vez el amor maternal sea algo cualitativamente distinto de todo lo conocido, pero para mí lo más desconocido fue el cansancio. Puedo afirmar con certeza que nunca había sentido este nivel de cansancio en mi vida. Pasé horas estudiando, estudiando y trabajando, haciendo tareas del hogar, viajando mucho y durmiendo poco, madrugando, mudándome, haciendo deporte. Esto es totalmente nuevo.

Ya en el embarazo el cansancio fue uno de los primeros síntomas. Antes de las náuseas, de los dolores pélvicos, mucho antes de las contracciones, lo que sentía era un cansancio total. Como un apunamiento. Había una fuerza en el sillón que me atrapaba hacia abajo, y otra proveniente desde el techo que me empujaba y no me permitía levantarme. Las primeras semanas fueron de aniquilación total. Nunca pensé que fabricar un humanito podía ser tan agotador, aún haciendo "nada" desde un punto de vista "productivo", sin limpiar la casa, laburando poco, descansando mucho.

Ni que hablar del día que nació. El cansancio que sentí tapaba cualquier otro sentimiento. Por suerte de a poco fue pasando y cediendo para cosas más lindas.

Y luego... el día a día. El día a día con un bebé que demanda el 200% de nuestra energía física y mental de una. Dar la teta. Dormir entrecortado. Hacer cosas. Porque muchos te dicen "cuando el bebé duerme vos dormís". Pero también hay que tener ropa limpia (para él y para una), cocinar (no se puede vivir a delivery), cambiar las sábanas, comprar los pañales (y al principio hacer cinco cuadras hasta la pañalera y volver se siente como correr una maratón)... En muchos casos una aprovecha que el pibe se durmió para hacer todo eso. Y adiós "cuando el bebé duerme vos dormís". Además, no siempre tenemos sueño al mismo tiempo que el niño. Y por último, necesitamos un poco de ese ratito de silencio cuando está dormido para hacernos un té, buscar algo rico para comer y tirarnos en el sillón a mirar una novela (o al menos diez minutos de una novela).

No es que los bebés no duerman. Duermen, bastante. Pero en sus propios horarios. Cuando quieren. Entrecortado. Tres horas y teta. Dos horas y pañal. Siestita de 20 minutos (alcanza para poner el lavarropas, lavar los platos, poner agua para unos mates y listo). En los primeros días llegué a llorar de sueño, pidiéndole a mi marido que me abrace y sollozando "tengo miedo de que no se duerma nunca más". En algún momento él, mi hermana o mi mamá se ocupaban de hacerle upa al niño y dejarme dormir. Gracias, gracias por esas gloriosas dos horitas extras que me regalaban. No por nada dicen que los padres hacemos lo que sea, creemos en el dios que sea o en el consejo que sea con tal de dormir un rato más. El cansancio te gana, literalmente.

Tal vez los bepis se duerman dando un paseo, pero durante ese paseo nosotras tenemos que estar despiertas, ya sea para manejar el auto, para indicarle al tachero que no se mande por cualquier lado o para empujar el carrito, que no llegaremos solos desde la plaza hasta nuestro hogar. Por suerte al pasear el carrito la gente mira a los bebés y no a nosotras... si no seguro se asustarían de nuestras caras de zombis. Dicen que en algún momento se regulariza. Ya veremos.

El bebé crece. El mío ya tiene cinco meses. Duerme más de noche y alguna siesta de día. Como yo empecé a trabajar fuera de casa se fueron adecuando sus horarios, se levanta temprano y se duerme temprano. ¿Ocho horas de corrido? Naaaaah, olvídense. Al estar más grande, a las tareas de siempre se agregan nuevas: estar sentada con él en el piso (todo bien, pero qué difícil es pararse), hacerle upa (cada vez pesa más), jugar, cantar, saltar. Y eso que todavía no arrancó a comer. Ni a caminar. Ni a... bueno... eso... mejor no pensar todo lo que se viene.

Al principio describí este cansancio como un cansancio sin estrés, sin la locura de lidiar con un jefe desquiciado o con un viaje en tren en hora pico. Es un cansancio distinto, que te tira en la cama apenas te acostás. Lo desesperante es nunca saber qué clase de noche te va a tocar: si dormirá mucho, si será dormir-tetear-seguirdurmiendo, si se despertará llorando como un sacado, si al despertarse a las 4 am lo hará con ganas de jugar, si a las 4.30 tendrá un episodio de [inserte enfermedad infantil aquí] y te desvelarás... cada noche puede ser una gran aventura. Un día te despertás, mirás el reloj, ves que son las 6, recordás que la última vez que se levantó eran las 23 y te dan ganas de salir a gritar al balcón en piyama SIIIIIIIIIIIIIII, HOY DORMIMOS!!!!!!!!!!!!!!!

Lo más lindo, definitivamente, es tener la suerte que tuve yo recién: abrazarlo, que caiga palmado y dormir una hermosa siesta con él, con un aire suave entrando por la ventana y obviando los ruidos del mundo exterior. Una siesta, eso que me permitió llegar hasta las 17 hs sin agotarme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario