lunes, 14 de julio de 2014

El día después

Se fue el mundial, pasó volando, y nos dejó de todo. Se vendrán los días de análisis del partido, pensar el futuro de la selección, los que sigan protestando porque "nos robaron la final" y los que, resignados, admitamos que estuvimos cerca y que se nos escapó de las manos.

A mí, en lo personal me dejó muchos nuevos seguidores en twitter (que probablamente se vayan cuando me vean tuiteando en la vida normal). Me dejó hermosos momentos familiares, deliciosas picadas, partidos con amigos, comentarios en los grupos de facebook y whatsapp, polémicas sexistas, inspiración para la escritura y festejos callejeros. Me dejó un pequeño triunfo en el Prode. Me dejó un mes para no olvidar.

Tenemos miles de momentos para atesorar. Las derrotas tempranas de campeones y las insólitas victorias de equipos sorpresivos. Goles hermosos, atajadas memorables, arbitrajes ridículos y eliminaciones injustas. Nuevas estrellas que brillan mientras otras se opacan. Lágrimas de dolor, de nervios, de derrota y de miedo. Y también de alegría.

Disfrutamos los cantos, el color, las entrevistas bien hechas, la emoción de los jugadores, disfrutamos sentirnos un poco más cerca de cada uno de ellos. Padecimos y seguiremos padeciendo a los que piensan el fútbol como una verdadera guerra. A los entrevistadores sin sentido común y a los que bajan línea moral. A los que piensan realmente que la naturaleza de un país se expresa en cómo actúan sus hinchas y que las tapas de los periódicos definen lo que siente una nación. A los que interpretan políticamente lo que pasó en el mundial: que nos merecemos la derrota porque "somos así", los que creen que llegamos lejos por el bienestar del país y los que piensan que quedamos afuera por nuestra debacle económica. En fin...

Vuelve la selección y la aplaudiremos. Y después volveremos a sumergirnos en la rutina sin mundial, en el fútbol local, en las puteadas a barrabravas y dirigentes, en la pasión y en el tedio cotidianos. Los hombres argentinos seguirán lesionándose en picados con los amigos y juntándose a las once de la noche a jugar en cualquier canchita. Los pibes argentinos seguirán soñando con ser futbolistas. Ojalá, en lugar de reclamar a los jugadores por lo que no hicieron, aprendamos a "poner huevo" en lo que hacemos nosotros, aspiremos a ser mejores en lo nuestro, y en lugar de pedirle a los dioses que sean dioses, recuperar su lado humano.

El fútbol expresa lo mejor y lo peor de la vida: la pasión, el peso del azar, el cansancio, la garra, el poder del talento pero también sus límites, la fuerza del paso del tiempo, la ilusión más infundada, lo justo y lo injusto, los momentos de gambeta y poesía y los de violencia y bronca. Lo efímero de la alegría y lo profundo de las tristezas.
Por eso nos enganchamos, nos apasionamos, nos comprometemos, por eso nos bajoneamos cuando perdemos. Pero a los pocos minutos lo seguimos mirando y volvemos a alentar.

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