domingo, 6 de julio de 2014

24 años después

Yo tenía tres años cuando Argentina salió campeón en el '86. Lo que sé y recuerdo de ese mundial es por todo lo que ví después, por lo que escuché y leí, por lo que me contaron.
Siete años tenía cuando Argentina llegó a la final en el '90. Recuerdo mirar los partidos, recuerdo el sufrimiento de los demás con los penales, recuerdo a las mujeres enamoradas de Goycochea (sí, también pasó en ese momento). Recuerdo, por supuesto, la canción del mundial. Algo que no alcanzaba a entender era por qué estaban todos felices cuando eliminamos a Brasil, si yo veía en la tele a la hinchada brasilera llorando por la eliminación y me sentía triste por ellos... Recuerdo que salíamos a festejar a la calle con cada triunfo, nos encontrábamos celebrando en el centro de Merlo con las maestras y con mis amigas de clase, gritábamos cantitos contra Brasil y contra Italia. Recuerdo la bandera alemana en el centro de la cancha al final del último partido, recuerdo a Maradona llorando. Y esa fue la última vez, hasta ahora, que llegamos a estar tan cerca.

Muchos dicen que la vida es eso que pasa entre mundial y mundial. Para muchos, una vida entera nos pasó entre semifinal y semifinal. 24 años. 24 años cantando que volveremos a ser campeones como en el cada vez más lejano 86. 24 años viviendo de glorias pasadas, viviendo del gol de Cannigia a Brasil, rememorando con una nostalgia tanguera las atajadas del Goyco. En aquella época Neymar ni había nacido, y sin embargo osamos cantarle que va llorando desde Italia hasta hoy, cuando su país, que recuerde, ganó el mundial dos veces después de eso... y nosotros nada.
A pesar de todo, cada cuatro años renovábamos la ilusión, nos esperanzaba el rendimiento de los jugadores en Europa, nos agrandábamos con los triunfos de las selecciones juveniles, se nos inflaba el ego nacional y creíamos que podíamos contra todos. Le cortaron las piernas al Diego, nos rajó Holanda en el 98, nos volvimos en fase de grupos en el 2002, nos bajoneamos con esos malditos penales contra Alemania y volvimos a sufrir sus cuatro puñaladas letales en 2010. No pasábamos de cuartos. De golpe, la ilusión acumulada se transformaba en frustración y en puteadas contra técnicos y jugadores. Volvíamos a mirar la fase definitoria desde afuera y quedaba en evidencia que no éramos tan buenos como creíamos ser. A seguir recordando glorias pasadas, cada vez más lejanas y más ajenas para los nacidos en los '80.

Entre todos los nenes que salíamos a festejar por los rincones del país en el '90 estábamos los que ahora vemos este Mundial sintiéndolo nuestro. Sintiendo que ahora podemos tener memorias propias y dejar de vivir de los recuerdos de nuestros padres y hermanos mayores. Todos esos nenes, que ahora tenemos un poco más o un poco menos de treinta años, tenemos nuestras vidas, nuestras profesiones, nuestros proyectos, algunos incluso nuestras propias familias e hijos, nenes tan chicos como éramos nosotros en aquellos momentos de esplendor deportivo. 

Entre esos nenes había unos pibitos que ni debían pensar que iban a dedicar su vida a un deporte que en ese momento sólo era un juego... ni en sus mejores sueños estarían tan felices como estaban ayer, celebrando en el estadio como si fueran un hincha más. Seguro ni imaginaban que nos estarían ilusionando a otros otra vez, hoy, veinticuatro años después. 



(fotos descargadas del Facebook oficial de Messi)

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